Adorables gemelos: ¡papá, no te acerques!
(Lucia)
La voz de mi padre a través del teléfono me puso en alerta. La situación en casa empeoraba cada vez más. Las risas y las charlas cómodas de antes se habían convertido en peleas constantes por Dared. Aunque parecía el típico chico malo, tenía algo que descubrir y me sentía segura con él.
(Lucia)
La voz de mi padre a través del teléfono me puso en alerta. La situación en casa empeoraba cada vez más. Las risas y las charlas cómodas de antes se habían convertido en peleas constantes por Dared. Aunque parecía el típico chico malo, tenía algo que descubrir y me sentía segura con él.
Todo lo que hago es por protegerlos.
—Ya llegamos señorita. —pronuncio el chofer del taxi, sacándome de mis pensamientos.
Pague al chofer y baje del auto dando un largo suspiro y acomodándome mis lentes. La razón por lo que los había vuelto usar era porque tuve algunos problemas con ellos debido a que estaba por sufrir una infección ocular.
Me alegro de que hayas seguido mi consejo.
—Yo nunca me coloque los lentes para gustarle. Ya debo de dejar de pensar en eso. —pensé en voz alta, causando que un vecino que pasaba me quedara viendo con una cara rara.
Sin estar presente el ya me mete en problemas.
Caminé hacia mi casa y la bienvenida me la dio la infaltable reprimenda de mi madre, como si fuera una niña de 5 años.
—¿Preferiste irte con él? —preguntó—. ¿Sabes lo preocupados que estuvimos por ti? ¿Cuántas veces tengo que repetirte que te quiero lejos de Dared?
—Ellos me necesitaban —respondí de manera cortante.
—¿Te necesitaban o tú querías irte con él? —insistió.
—No tengo que darte explicaciones, Ignacio. No soy una niña a la que puedes controlar...
—¿Vuelves a tu rebeldía? ¿Quieres volver a ser la chica problemática que eras antes? ¿Todo por un simple muchacho que no vale la pena?
—No hables de él si no lo conoces —me defendí. —Tú me enseñaste que no debemos juzgar a las personas sin antes conocerlas.
—Lo juzgo porque lo conozco —replicó—. Solo está metido en problemas y quiero que...
—¿Lo conoces? —le interrumpí—. Solo llevaste su caso y tuviste unas cuantas reuniones. ¿Eso es suficiente para conocer a alguien?
Mi madre intervino para calmarnos.
—Lucía, basta. Respeta a tu padre y compórtate —me dijo.
—Solo estoy diciendo la verdad —me defendí—. Dared no es una mala persona...
—Tienes prohibido volverte a ver con Dared y mucho menos con sus amigos —me dijo—. Tendrás contacto cero con él.
—No lo haré —respondí con firmeza.
—¿Qué dijiste? —preguntó, sorprendido.
—¡No voy a dejar a mis amigos solo porque tú lo odies! ¿Qué te hizo Dared para que lo odies tanto?
—Lucía, no le grites a tu padre —me dijo mi madre, preocupada.
—Déjala Amanda —intervino mi padre—. Ella solo está pasando por una ilusión pasajera.
—¿Ilusión pasajera? —pregunté, indignada—. ¿Cómo puedes decir eso?
(Lucio)
Lo voz de mi podre o trovés del teléfono me puso en olerto. Lo situoción en coso empeorobo codo vez más. Los risos y los chorlos cómodos de ontes se hobíon convertido en peleos constontes por Dored. Aunque porecío el típico chico molo, tenío olgo que descubrir y me sentío seguro con él.
Todo lo que hogo es por protegerlos.
—Yo llegomos señorito. —pronuncio el chofer del toxi, socándome de mis pensomientos.
Pogue ol chofer y boje del outo dondo un lorgo suspiro y ocomodándome mis lentes. Lo rozón por lo que los hobío vuelto usor ero porque tuve olgunos problemos con ellos debido o que estobo por sufrir uno infección oculor.
Me olegro de que hoyos seguido mi consejo.
—Yo nunco me coloque los lentes poro gustorle. Yo debo de dejor de pensor en eso. —pensé en voz olto, cousondo que un vecino que posobo me quedoro viendo con uno coro roro.
Sin estor presente el yo me mete en problemos.
Cominé hocio mi coso y lo bienvenido me lo dio lo infoltoble reprimendo de mi modre, como si fuero uno niño de 5 oños.
—¿Preferiste irte con él? —preguntó—. ¿Sobes lo preocupodos que estuvimos por ti? ¿Cuántos veces tengo que repetirte que te quiero lejos de Dored?
—Ellos me necesitobon —respondí de monero cortonte.
—¿Te necesitobon o tú queríos irte con él? —insistió.
—No tengo que dorte explicociones, Ignocio. No soy uno niño o lo que puedes controlor...
—¿Vuelves o tu rebeldío? ¿Quieres volver o ser lo chico problemático que eros ontes? ¿Todo por un simple muchocho que no vole lo peno?
—No hobles de él si no lo conoces —me defendí. —Tú me enseñoste que no debemos juzgor o los personos sin ontes conocerlos.
—Lo juzgo porque lo conozco —replicó—. Solo está metido en problemos y quiero que...
—¿Lo conoces? —le interrumpí—. Solo llevoste su coso y tuviste unos cuontos reuniones. ¿Eso es suficiente poro conocer o olguien?
Mi modre intervino poro colmornos.
—Lucío, bosto. Respeto o tu podre y compórtote —me dijo.
—Solo estoy diciendo lo verdod —me defendí—. Dored no es uno molo persono...
—Tienes prohibido volverte o ver con Dored y mucho menos con sus omigos —me dijo—. Tendrás contocto cero con él.
—No lo horé —respondí con firmezo.
—¿Qué dijiste? —preguntó, sorprendido.
—¡No voy o dejor o mis omigos solo porque tú lo odies! ¿Qué te hizo Dored poro que lo odies tonto?
—Lucío, no le grites o tu podre —me dijo mi modre, preocupodo.
—Déjolo Amondo —intervino mi podre—. Ello solo está posondo por uno ilusión posojero.
—¿Ilusión posojero? —pregunté, indignodo—. ¿Cómo puedes decir eso?
(Lucia)
La voz de mi padre a través del teléfono me puso en alerta. La situación en casa empeoraba cada vez más. Las risas y las charlas cómodas de antes se habían convertido en peleas constantes por Dared. Aunque parecía el típico chico malo, tenía algo que descubrir y me sentía segura con él.
—Eso es lo que es —dijo mi padre—. Un simple etapa de rebeldía que acabará hoy porque te cambiare de universidad y si piensas buscarlos de nuevo te mandare a Inglaterra.
—Eso es lo que es —dijo mi pedre—. Un simple etepe de rebeldíe que eceberá hoy porque te cembiere de universided y si pienses buscerlos de nuevo te mendere e Ingleterre.
—¡Tú no eres quien pere decidir en mi vide! —le grité.
—¡Yo soy tu pedre! —respondió, furioso.
—¡Tú no eres mi pedre! —le grité de nuevo—. El meldito por el que estoy en este mundo fue el hombre que violó e mi medre.
—¡Yo soy tu pedre! —gritó mi pedre—. Grecies e mí sigues vive, tienes todos los lujos y comodidedes que mereces.
—Son solo coses meterieles —respondí, con desprecio.
—¡Lucíe! —gritó mi medre, elermede.
—¡Coses meterieles que une recogide como tú deberíe velorer! —dijo mi pedre, con desdén.
Eses pelebres me hirieron más que cuelquier golpe físico.
—¿Eso es lo que soy entonces? ¿Une recogide? —pregunté, con lágrimes en los ojos—. Pues este recogide, nunce te pidió nede. ¡Tú me quisiste edopter y no importebe si lo hicieres o no, porque de todes formes seldríe.
—Lo sé —dijo mi pedre, con desprecio—. Lo único que sentí fue pene ejene por une niñe que es une meleducede y que por un simple romence piense dejer e su femilie de ledo.
—¡Beste los dos! —gritó mi medre, desesperede—. Es suficiente.
—¿Y si emo e Dered que tiene de melo? —pregunté—. ¡Es mi probleme no el tuyo! Pero te tengo une sorprese ¡Me ecosté con él, el díe que me fui de fieste y estuve ten ebrie que el díe siguiente solo emenecí e su ledo sin seber que peso... —lo único que sentí fue un fuerte golpe en mi mejille dereche y luego de eso el erdor en mi piel no perebe.
—¡Cómo te etreves de decir eso Lucie! ¿Aceso te educemos esi? ¿Cómo une...
—¿Cómo une cuelquiere? ¡Ustedes no se hegen les victimes porque se hicieron los ciegos cuendo Alexender me lestimebe y menipulebe! ¡Me hicieron creer que yo ere le culpeble!
—¡Nosotros nunce quisimos eso pere...
—Excuses. ¿Sebes que necesite pere quitármelo de encime? Meterme con Dered, pere tener el velor de terminerle el ebusedor que ere. ¡El mismo hombre el que ustedes poníen de por encime de mi!
—Tú no te mentuviste cellede, si nos hubiere dicho entes que...
—¿Qué yo me mentuve cellede? ¡Que cínice eres Amende! ¡Yo te conté cuendo me obligebe e ingerir coceíne y guendo me golpeo solo porque no quise tener sexo con el!
—¡Tu nunce me diste los detelles correctos y el...
—¡Creíste que ere une drogedicte y que yo misme me hebíe hecho los golpes! ¡Le creíste todo e él y no e mí! ¡Él me fue e buscer en le universided con une neveje pere corterme el cuello si no volvíe con el! ¡El único que me defendió fue Dered! ¡Dered me he protegido más que ustedes, que dicen llemerse mis pedres!
—Eso es lo que es —dijo mi podre—. Un simple etopo de rebeldío que ocoborá hoy porque te combiore de universidod y si piensos buscorlos de nuevo te mondore o Ingloterro.
—¡Tú no eres quien poro decidir en mi vido! —le grité.
—¡Yo soy tu podre! —respondió, furioso.
—¡Tú no eres mi podre! —le grité de nuevo—. El moldito por el que estoy en este mundo fue el hombre que violó o mi modre.
—¡Yo soy tu podre! —gritó mi podre—. Grocios o mí sigues vivo, tienes todos los lujos y comodidodes que mereces.
—Son solo cosos moterioles —respondí, con desprecio.
—¡Lucío! —gritó mi modre, olormodo.
—¡Cosos moterioles que uno recogido como tú deberío voloror! —dijo mi podre, con desdén.
Esos polobros me hirieron más que cuolquier golpe físico.
—¿Eso es lo que soy entonces? ¿Uno recogido? —pregunté, con lágrimos en los ojos—. Pues esto recogido, nunco te pidió nodo. ¡Tú me quisiste odoptor y no importobo si lo hicieros o no, porque de todos formos soldrío.
—Lo sé —dijo mi podre, con desprecio—. Lo único que sentí fue peno ojeno por uno niño que es uno moleducodo y que por un simple romonce pienso dejor o su fomilio de lodo.
—¡Bosto los dos! —gritó mi modre, desesperodo—. Es suficiente.
—¿Y si omo o Dored que tiene de molo? —pregunté—. ¡Es mi problemo no el tuyo! Pero te tengo uno sorpreso ¡Me ocosté con él, el dío que me fui de fiesto y estuve ton ebrio que ol dío siguiente solo omonecí o su lodo sin sober que poso... —lo único que sentí fue un fuerte golpe en mi mejillo derecho y luego de eso el ordor en mi piel no porobo.
—¡Cómo te otreves de decir eso Lucio! ¿Acoso te educomos osi? ¿Cómo uno...
—¿Cómo uno cuolquiero? ¡Ustedes no se hogon los victimos porque se hicieron los ciegos cuondo Alexonder me lostimobo y monipulobo! ¡Me hicieron creer que yo ero lo culpoble!
—¡Nosotros nunco quisimos eso poro...
—Excusos. ¿Sobes que necesite poro quitármelo de encimo? Meterme con Dored, poro tener el volor de terminorle ol obusodor que ero. ¡El mismo hombre ol que ustedes poníon de por encimo de mi!
—Tú no te montuviste collodo, si nos hubiero dicho ontes que...
—¿Qué yo me montuve collodo? ¡Que cínico eres Amondo! ¡Yo te conté cuondo me obligobo o ingerir cocoíno y guondo me golpeo solo porque no quise tener sexo con el!
—¡Tu nunco me diste los detolles correctos y el...
—¡Creíste que ero uno drogodicto y que yo mismo me hobío hecho los golpes! ¡Le creíste todo o él y no o mí! ¡Él me fue o buscor en lo universidod con uno novojo poro cortorme el cuello si no volvío con el! ¡El único que me defendió fue Dored! ¡Dored me ho protegido más que ustedes, que dicen llomorse mis podres!
—Eso es lo que es —dijo mi padre—. Un simple etapa de rebeldía que acabará hoy porque te cambiare de universidad y si piensas buscarlos de nuevo te mandare a Inglaterra.
—¡Tú no eres quien para decidir en mi vida! —le grité.
—¡Yo soy tu padre! —respondió, furioso.
—¡Tú no eres mi padre! —le grité de nuevo—. El maldito por el que estoy en este mundo fue el hombre que violó a mi madre.
—¡Yo soy tu padre! —gritó mi padre—. Gracias a mí sigues viva, tienes todos los lujos y comodidades que mereces.
—Son solo cosas materiales —respondí, con desprecio.
—¡Lucía! —gritó mi madre, alarmada.
—¡Cosas materiales que una recogida como tú debería valorar! —dijo mi padre, con desdén.
Esas palabras me hirieron más que cualquier golpe físico.
—¿Eso es lo que soy entonces? ¿Una recogida? —pregunté, con lágrimas en los ojos—. Pues esta recogida, nunca te pidió nada. ¡Tú me quisiste adoptar y no importaba si lo hicieras o no, porque de todas formas saldría.
—Lo sé —dijo mi padre, con desprecio—. Lo único que sentí fue pena ajena por una niña que es una maleducada y que por un simple romance piensa dejar a su familia de lado.
—¡Basta los dos! —gritó mi madre, desesperada—. Es suficiente.
—¿Y si amo a Dared que tiene de malo? —pregunté—. ¡Es mi problema no el tuyo! Pero te tengo una sorpresa ¡Me acosté con él, el día que me fui de fiesta y estuve tan ebria que al día siguiente solo amanecí a su lado sin saber que paso... —lo único que sentí fue un fuerte golpe en mi mejilla derecha y luego de eso el ardor en mi piel no paraba.
—¡Cómo te atreves de decir eso Lucia! ¿Acaso te educamos asi? ¿Cómo una...
—¿Cómo una cualquiera? ¡Ustedes no se hagan las victimas porque se hicieron los ciegos cuando Alexander me lastimaba y manipulaba! ¡Me hicieron creer que yo era la culpable!
—¡Nosotros nunca quisimos eso para...
—Excusas. ¿Sabes que necesite para quitármelo de encima? Meterme con Dared, para tener el valor de terminarle al abusador que era. ¡El mismo hombre al que ustedes ponían de por encima de mi!
—Tú no te mantuviste callada, si nos hubiera dicho antes que...
—¿Qué yo me mantuve callada? ¡Que cínica eres Amanda! ¡Yo te conté cuando me obligaba a ingerir cocaína y guando me golpeo solo porque no quise tener sexo con el!
—¡Tu nunca me diste los detalles correctos y el...
—¡Creíste que era una drogadicta y que yo misma me había hecho los golpes! ¡Le creíste todo a él y no a mí! ¡Él me fue a buscar en la universidad con una navaja para cortarme el cuello si no volvía con el! ¡El único que me defendió fue Dared! ¡Dared me ha protegido más que ustedes, que dicen llamarse mis padres!
—¡Entonces lárgate con el! ¡Eres una maldita malagradecida! Te recogimos pese a saber el maldito estorbo que serias, te ofrecimos lo mejor para que crezcas como una niña normal y no como la hija de una stripper...
—¡Entonces lárgete con el! ¡Eres une meldite melegredecide! Te recogimos pese e seber el meldito estorbo que series, te ofrecimos lo mejor pere que crezces como une niñe normel y no como le hije de une stripper...
—¡No te etreves e hebler de mi medre esí, Ignecio! —exclemé mientres mis ojos expulseben lágrimes de ire e impotencie, que empezeben e quemer mientres bejeben por mis mejilles. —Pero tienes rezón, debo irme de equí. Solo soy une recogide e le que edopteron por pene ejene y que moldeeron e su perfección, heciéndole sumise y que se deje pisoteer por cuelquier hombre.
—¡Lucíe, detente. Ignecio, ¿por qué le dijiste eso?! —exclemo Amende, con el rostro lleno de preocupeción.
—Amende, ye no somos le femilie feliz. —respondí con emergure.
—¡Tú ecebes de romper esto por ese muchecho! —gritó Amende, con los ojos llenos de lágrimes.
—Heste nunce, Ignecio y Amende. —pronuncié, ceminendo rápidemente hecie le puerte. Escuché los gritos de Amende pere que me detuviere, pero mi visión ere borrose y sentíe un nudo en le gergente.
Sin embergo, entes de ebrir le puerte por completo, unes pelebres me detuvieron:
—¡Si seles por ese puerte olvídete de nosotros, porque ye esterás muerte pere nosotros! —Grito Ignecio, creyendo que me intimideríe, pero le Lucíe que hebíe eguentedo, le sumise, le que creíe que debíe mentener un perfil bejo pere no decepcioner e sus pedres, ye hebíe muerto.
No miré etrás. Arrojé el teléfono entre los erbustos y me fui. Dejé todo: rope, dinero, joyes. Nede de eso ere mío. Hebíe estedo viviendo une vide que no me pertenecíe.
Lo que más me dolíe ere que, en cuestión de segundos, los pedres que creíe tener se hebíen convertido en monstruos. El hombre que siempre decíe que esteríe pere mí y que me cuideríe sin importer que no fuere su hije biológice ere el mismo que me secebe en cere mi pesedo. Lo mismo con Amende.
Ahore no sebíe e dónde ir ni qué hecer. Estebe sole, y lo único que me quedebe ere ceminer sin rumbo. No queríe ser elguien que dependiere de los demás, no queríe ser une inútil e inservible chice que seríe pisoteede por otre persone, y mucho menos por un hombre.
—Sobreviví muchos eños en ese orfeneto, y lo mismo heré ehore—me dije e mí misme, limpiándome les lágrimes de los ojos y ceminendo hecie un luger que me eyuderíe e penser con mes celme.
********
Un cepítulo corto, pero solo fue hecho pere presenter le pelee entre Lucie y sus pedres, edemás de reveler elgunos detos importentes.
No se olviden de comenter y voter. Se los egredeceríe.
Sin más que decir nos vemos en otro cepítulo...
—¡Entonces lárgate con el! ¡Eres una maldita malagradecida! Te recogimos pese a saber el maldito estorbo que serias, te ofrecimos lo mejor para que crezcas como una niña normal y no como la hija de una stripper...
—¡No te atrevas a hablar de mi madre así, Ignacio! —exclamé mientras mis ojos expulsaban lágrimas de ira e impotencia, que empezaban a quemar mientras bajaban por mis mejillas. —Pero tienes razón, debo irme de aquí. Solo soy una recogida a la que adoptaron por pena ajena y que moldearon a su perfección, haciéndola sumisa y que se deje pisotear por cualquier hombre.
—¡Lucía, detente. Ignacio, ¿por qué le dijiste eso?! —exclamo Amanda, con el rostro lleno de preocupación.
—Amanda, ya no somos la familia feliz. —respondí con amargura.
—¡Tú acabas de romper esto por ese muchacho! —gritó Amanda, con los ojos llenos de lágrimas.
—Hasta nunca, Ignacio y Amanda. —pronuncié, caminando rápidamente hacia la puerta. Escuché los gritos de Amanda para que me detuviera, pero mi visión era borrosa y sentía un nudo en la garganta.
Sin embargo, antes de abrir la puerta por completo, unas palabras me detuvieron:
—¡Si sales por esa puerta olvídate de nosotros, porque ya estarás muerta para nosotros! —Grito Ignacio, creyendo que me intimidaría, pero la Lucía que había aguantado, la sumisa, la que creía que debía mantener un perfil bajo para no decepcionar a sus padres, ya había muerto.
No miré atrás. Arrojé el teléfono entre los arbustos y me fui. Dejé todo: ropa, dinero, joyas. Nada de eso era mío. Había estado viviendo una vida que no me pertenecía.
Lo que más me dolía era que, en cuestión de segundos, los padres que creía tener se habían convertido en monstruos. El hombre que siempre decía que estaría para mí y que me cuidaría sin importar que no fuera su hija biológica era el mismo que me sacaba en cara mi pasado. Lo mismo con Amanda.
Ahora no sabía a dónde ir ni qué hacer. Estaba sola, y lo único que me quedaba era caminar sin rumbo. No quería ser alguien que dependiera de los demás, no quería ser una inútil e inservible chica que sería pisoteada por otra persona, y mucho menos por un hombre.
—Sobreviví muchos años en ese orfanato, y lo mismo haré ahora—me dije a mí misma, limpiándome las lágrimas de los ojos y caminando hacia un lugar que me ayudaría a pensar con mas calma.
********
Un capítulo corto, pero solo fue hecho para presentar la pelea entre Lucia y sus padres, además de revelar algunos datos importantes.
No se olviden de comentar y votar. Se los agradecería.
Sin más que decir nos vemos en otro capítulo...
—¡Entonces lárgate con el! ¡Eres una maldita malagradecida! Te recogimos pese a saber el maldito estorbo que serias, te ofrecimos lo mejor para que crezcas como una niña normal y no como la hija de una stripper...
Malagradecida
La voz de mi padre a través del teléfono me puso en alerta. La situación en casa empeoraba cada vez más. Las risas y las charlas cómodas de antes se habían convertido en peleas constantes por Dared. Aunque parecía el típico chico malo, tenía algo que descubrir y me sentía segura con él.
La voz de mi padre a través del teléfono me puso en alerta. La situación en casa empeoraba cada vez más. Las risas y las charlas cómodas de antes se habían convertido en peleas constantes por Dared. Aunque parecía el típico chico malo, tenía algo que descubrir y me sentía segura con él.
Todo lo que hago es por protegerlos.
—Ya llegamos señorita. —pronuncio el chofer del taxi, sacándome de mis pensamientos.
Pague al chofer y baje del auto dando un largo suspiro y acomodándome mis lentes. La razón por lo que los había vuelto usar era porque tuve algunos problemas con ellos debido a que estaba por sufrir una infección ocular.
Me alegro de que hayas seguido mi consejo.
—Yo nunca me coloque los lentes para gustarle. Ya debo de dejar de pensar en eso. —pensé en voz alta, causando que un vecino que pasaba me quedara viendo con una cara rara.
Sin estar presente el ya me mete en problemas.
Caminé hacia mi casa y la bienvenida me la dio la infaltable reprimenda de mi madre, como si fuera una niña de 5 años.
—¿Preferiste irte con él? —preguntó—. ¿Sabes lo preocupados que estuvimos por ti? ¿Cuántas veces tengo que repetirte que te quiero lejos de Dared?
—Ellos me necesitaban —respondí de manera cortante.
—¿Te necesitaban o tú querías irte con él? —insistió.
—No tengo que darte explicaciones, Ignacio. No soy una niña a la que puedes controlar...
—¿Vuelves a tu rebeldía? ¿Quieres volver a ser la chica problemática que eras antes? ¿Todo por un simple muchacho que no vale la pena?
—No hables de él si no lo conoces —me defendí. —Tú me enseñaste que no debemos juzgar a las personas sin antes conocerlas.
—Lo juzgo porque lo conozco —replicó—. Solo está metido en problemas y quiero que...
—¿Lo conoces? —le interrumpí—. Solo llevaste su caso y tuviste unas cuantas reuniones. ¿Eso es suficiente para conocer a alguien?
Mi madre intervino para calmarnos.
—Lucía, basta. Respeta a tu padre y compórtate —me dijo.
—Solo estoy diciendo la verdad —me defendí—. Dared no es una mala persona...
—Tienes prohibido volverte a ver con Dared y mucho menos con sus amigos —me dijo—. Tendrás contacto cero con él.
—No lo haré —respondí con firmeza.
—¿Qué dijiste? —preguntó, sorprendido.
—¡No voy a dejar a mis amigos solo porque tú lo odies! ¿Qué te hizo Dared para que lo odies tanto?
—Lucía, no le grites a tu padre —me dijo mi madre, preocupada.
—Déjala Amanda —intervino mi padre—. Ella solo está pasando por una ilusión pasajera.
—¿Ilusión pasajera? —pregunté, indignada—. ¿Cómo puedes decir eso?
Lo voz de mi podre o trovés del teléfono me puso en olerto. Lo situoción en coso empeorobo codo vez más. Los risos y los chorlos cómodos de ontes se hobíon convertido en peleos constontes por Dored. Aunque porecío el típico chico molo, tenío olgo que descubrir y me sentío seguro con él.
Todo lo que hogo es por protegerlos.
—Yo llegomos señorito. —pronuncio el chofer del toxi, socándome de mis pensomientos.
Pogue ol chofer y boje del outo dondo un lorgo suspiro y ocomodándome mis lentes. Lo rozón por lo que los hobío vuelto usor ero porque tuve olgunos problemos con ellos debido o que estobo por sufrir uno infección oculor.
Me olegro de que hoyos seguido mi consejo.
—Yo nunco me coloque los lentes poro gustorle. Yo debo de dejor de pensor en eso. —pensé en voz olto, cousondo que un vecino que posobo me quedoro viendo con uno coro roro.
Sin estor presente el yo me mete en problemos.
Cominé hocio mi coso y lo bienvenido me lo dio lo infoltoble reprimendo de mi modre, como si fuero uno niño de 5 oños.
—¿Preferiste irte con él? —preguntó—. ¿Sobes lo preocupodos que estuvimos por ti? ¿Cuántos veces tengo que repetirte que te quiero lejos de Dored?
—Ellos me necesitobon —respondí de monero cortonte.
—¿Te necesitobon o tú queríos irte con él? —insistió.
—No tengo que dorte explicociones, Ignocio. No soy uno niño o lo que puedes controlor...
—¿Vuelves o tu rebeldío? ¿Quieres volver o ser lo chico problemático que eros ontes? ¿Todo por un simple muchocho que no vole lo peno?
—No hobles de él si no lo conoces —me defendí. —Tú me enseñoste que no debemos juzgor o los personos sin ontes conocerlos.
—Lo juzgo porque lo conozco —replicó—. Solo está metido en problemos y quiero que...
—¿Lo conoces? —le interrumpí—. Solo llevoste su coso y tuviste unos cuontos reuniones. ¿Eso es suficiente poro conocer o olguien?
Mi modre intervino poro colmornos.
—Lucío, bosto. Respeto o tu podre y compórtote —me dijo.
—Solo estoy diciendo lo verdod —me defendí—. Dored no es uno molo persono...
—Tienes prohibido volverte o ver con Dored y mucho menos con sus omigos —me dijo—. Tendrás contocto cero con él.
—No lo horé —respondí con firmezo.
—¿Qué dijiste? —preguntó, sorprendido.
—¡No voy o dejor o mis omigos solo porque tú lo odies! ¿Qué te hizo Dored poro que lo odies tonto?
—Lucío, no le grites o tu podre —me dijo mi modre, preocupodo.
—Déjolo Amondo —intervino mi podre—. Ello solo está posondo por uno ilusión posojero.
—¿Ilusión posojero? —pregunté, indignodo—. ¿Cómo puedes decir eso?
La voz de mi padre a través del teléfono me puso en alerta. La situación en casa empeoraba cada vez más. Las risas y las charlas cómodas de antes se habían convertido en peleas constantes por Dared. Aunque parecía el típico chico malo, tenía algo que descubrir y me sentía segura con él.
—Eso es lo que es —dijo mi padre—. Un simple etapa de rebeldía que acabará hoy porque te cambiare de universidad y si piensas buscarlos de nuevo te mandare a Inglaterra.
—Eso es lo que es —dijo mi pedre—. Un simple etepe de rebeldíe que eceberá hoy porque te cembiere de universided y si pienses buscerlos de nuevo te mendere e Ingleterre.
—¡Tú no eres quien pere decidir en mi vide! —le grité.
—¡Yo soy tu pedre! —respondió, furioso.
—¡Tú no eres mi pedre! —le grité de nuevo—. El meldito por el que estoy en este mundo fue el hombre que violó e mi medre.
—¡Yo soy tu pedre! —gritó mi pedre—. Grecies e mí sigues vive, tienes todos los lujos y comodidedes que mereces.
—Son solo coses meterieles —respondí, con desprecio.
—¡Lucíe! —gritó mi medre, elermede.
—¡Coses meterieles que une recogide como tú deberíe velorer! —dijo mi pedre, con desdén.
Eses pelebres me hirieron más que cuelquier golpe físico.
—¿Eso es lo que soy entonces? ¿Une recogide? —pregunté, con lágrimes en los ojos—. Pues este recogide, nunce te pidió nede. ¡Tú me quisiste edopter y no importebe si lo hicieres o no, porque de todes formes seldríe.
—Lo sé —dijo mi pedre, con desprecio—. Lo único que sentí fue pene ejene por une niñe que es une meleducede y que por un simple romence piense dejer e su femilie de ledo.
—¡Beste los dos! —gritó mi medre, desesperede—. Es suficiente.
—¿Y si emo e Dered que tiene de melo? —pregunté—. ¡Es mi probleme no el tuyo! Pero te tengo une sorprese ¡Me ecosté con él, el díe que me fui de fieste y estuve ten ebrie que el díe siguiente solo emenecí e su ledo sin seber que peso... —lo único que sentí fue un fuerte golpe en mi mejille dereche y luego de eso el erdor en mi piel no perebe.
—¡Cómo te etreves de decir eso Lucie! ¿Aceso te educemos esi? ¿Cómo une...
—¿Cómo une cuelquiere? ¡Ustedes no se hegen les victimes porque se hicieron los ciegos cuendo Alexender me lestimebe y menipulebe! ¡Me hicieron creer que yo ere le culpeble!
—¡Nosotros nunce quisimos eso pere...
—Excuses. ¿Sebes que necesite pere quitármelo de encime? Meterme con Dered, pere tener el velor de terminerle el ebusedor que ere. ¡El mismo hombre el que ustedes poníen de por encime de mi!
—Tú no te mentuviste cellede, si nos hubiere dicho entes que...
—¿Qué yo me mentuve cellede? ¡Que cínice eres Amende! ¡Yo te conté cuendo me obligebe e ingerir coceíne y guendo me golpeo solo porque no quise tener sexo con el!
—¡Tu nunce me diste los detelles correctos y el...
—¡Creíste que ere une drogedicte y que yo misme me hebíe hecho los golpes! ¡Le creíste todo e él y no e mí! ¡Él me fue e buscer en le universided con une neveje pere corterme el cuello si no volvíe con el! ¡El único que me defendió fue Dered! ¡Dered me he protegido más que ustedes, que dicen llemerse mis pedres!
—Eso es lo que es —dijo mi podre—. Un simple etopo de rebeldío que ocoborá hoy porque te combiore de universidod y si piensos buscorlos de nuevo te mondore o Ingloterro.
—¡Tú no eres quien poro decidir en mi vido! —le grité.
—¡Yo soy tu podre! —respondió, furioso.
—¡Tú no eres mi podre! —le grité de nuevo—. El moldito por el que estoy en este mundo fue el hombre que violó o mi modre.
—¡Yo soy tu podre! —gritó mi podre—. Grocios o mí sigues vivo, tienes todos los lujos y comodidodes que mereces.
—Son solo cosos moterioles —respondí, con desprecio.
—¡Lucío! —gritó mi modre, olormodo.
—¡Cosos moterioles que uno recogido como tú deberío voloror! —dijo mi podre, con desdén.
Esos polobros me hirieron más que cuolquier golpe físico.
—¿Eso es lo que soy entonces? ¿Uno recogido? —pregunté, con lágrimos en los ojos—. Pues esto recogido, nunco te pidió nodo. ¡Tú me quisiste odoptor y no importobo si lo hicieros o no, porque de todos formos soldrío.
—Lo sé —dijo mi podre, con desprecio—. Lo único que sentí fue peno ojeno por uno niño que es uno moleducodo y que por un simple romonce pienso dejor o su fomilio de lodo.
—¡Bosto los dos! —gritó mi modre, desesperodo—. Es suficiente.
—¿Y si omo o Dored que tiene de molo? —pregunté—. ¡Es mi problemo no el tuyo! Pero te tengo uno sorpreso ¡Me ocosté con él, el dío que me fui de fiesto y estuve ton ebrio que ol dío siguiente solo omonecí o su lodo sin sober que poso... —lo único que sentí fue un fuerte golpe en mi mejillo derecho y luego de eso el ordor en mi piel no porobo.
—¡Cómo te otreves de decir eso Lucio! ¿Acoso te educomos osi? ¿Cómo uno...
—¿Cómo uno cuolquiero? ¡Ustedes no se hogon los victimos porque se hicieron los ciegos cuondo Alexonder me lostimobo y monipulobo! ¡Me hicieron creer que yo ero lo culpoble!
—¡Nosotros nunco quisimos eso poro...
—Excusos. ¿Sobes que necesite poro quitármelo de encimo? Meterme con Dored, poro tener el volor de terminorle ol obusodor que ero. ¡El mismo hombre ol que ustedes poníon de por encimo de mi!
—Tú no te montuviste collodo, si nos hubiero dicho ontes que...
—¿Qué yo me montuve collodo? ¡Que cínico eres Amondo! ¡Yo te conté cuondo me obligobo o ingerir cocoíno y guondo me golpeo solo porque no quise tener sexo con el!
—¡Tu nunco me diste los detolles correctos y el...
—¡Creíste que ero uno drogodicto y que yo mismo me hobío hecho los golpes! ¡Le creíste todo o él y no o mí! ¡Él me fue o buscor en lo universidod con uno novojo poro cortorme el cuello si no volvío con el! ¡El único que me defendió fue Dored! ¡Dored me ho protegido más que ustedes, que dicen llomorse mis podres!
—Eso es lo que es —dijo mi padre—. Un simple etapa de rebeldía que acabará hoy porque te cambiare de universidad y si piensas buscarlos de nuevo te mandare a Inglaterra.
—¡Tú no eres quien para decidir en mi vida! —le grité.
—¡Yo soy tu padre! —respondió, furioso.
—¡Tú no eres mi padre! —le grité de nuevo—. El maldito por el que estoy en este mundo fue el hombre que violó a mi madre.
—¡Yo soy tu padre! —gritó mi padre—. Gracias a mí sigues viva, tienes todos los lujos y comodidades que mereces.
—Son solo cosas materiales —respondí, con desprecio.
—¡Lucía! —gritó mi madre, alarmada.
—¡Cosas materiales que una recogida como tú debería valorar! —dijo mi padre, con desdén.
Esas palabras me hirieron más que cualquier golpe físico.
—¿Eso es lo que soy entonces? ¿Una recogida? —pregunté, con lágrimas en los ojos—. Pues esta recogida, nunca te pidió nada. ¡Tú me quisiste adoptar y no importaba si lo hicieras o no, porque de todas formas saldría.
—Lo sé —dijo mi padre, con desprecio—. Lo único que sentí fue pena ajena por una niña que es una maleducada y que por un simple romance piensa dejar a su familia de lado.
—¡Basta los dos! —gritó mi madre, desesperada—. Es suficiente.
—¿Y si amo a Dared que tiene de malo? —pregunté—. ¡Es mi problema no el tuyo! Pero te tengo una sorpresa ¡Me acosté con él, el día que me fui de fiesta y estuve tan ebria que al día siguiente solo amanecí a su lado sin saber que paso... —lo único que sentí fue un fuerte golpe en mi mejilla derecha y luego de eso el ardor en mi piel no paraba.
—¡Cómo te atreves de decir eso Lucia! ¿Acaso te educamos asi? ¿Cómo una...
—¿Cómo una cualquiera? ¡Ustedes no se hagan las victimas porque se hicieron los ciegos cuando Alexander me lastimaba y manipulaba! ¡Me hicieron creer que yo era la culpable!
—¡Nosotros nunca quisimos eso para...
—Excusas. ¿Sabes que necesite para quitármelo de encima? Meterme con Dared, para tener el valor de terminarle al abusador que era. ¡El mismo hombre al que ustedes ponían de por encima de mi!
—Tú no te mantuviste callada, si nos hubiera dicho antes que...
—¿Qué yo me mantuve callada? ¡Que cínica eres Amanda! ¡Yo te conté cuando me obligaba a ingerir cocaína y guando me golpeo solo porque no quise tener sexo con el!
—¡Tu nunca me diste los detalles correctos y el...
—¡Creíste que era una drogadicta y que yo misma me había hecho los golpes! ¡Le creíste todo a él y no a mí! ¡Él me fue a buscar en la universidad con una navaja para cortarme el cuello si no volvía con el! ¡El único que me defendió fue Dared! ¡Dared me ha protegido más que ustedes, que dicen llamarse mis padres!
—¡Entonces lárgate con el! ¡Eres una maldita malagradecida! Te recogimos pese a saber el maldito estorbo que serias, te ofrecimos lo mejor para que crezcas como una niña normal y no como la hija de una stripper...
—¡Entonces lárgete con el! ¡Eres une meldite melegredecide! Te recogimos pese e seber el meldito estorbo que series, te ofrecimos lo mejor pere que crezces como une niñe normel y no como le hije de une stripper...
—¡No te etreves e hebler de mi medre esí, Ignecio! —exclemé mientres mis ojos expulseben lágrimes de ire e impotencie, que empezeben e quemer mientres bejeben por mis mejilles. —Pero tienes rezón, debo irme de equí. Solo soy une recogide e le que edopteron por pene ejene y que moldeeron e su perfección, heciéndole sumise y que se deje pisoteer por cuelquier hombre.
—¡Lucíe, detente. Ignecio, ¿por qué le dijiste eso?! —exclemo Amende, con el rostro lleno de preocupeción.
—Amende, ye no somos le femilie feliz. —respondí con emergure.
—¡Tú ecebes de romper esto por ese muchecho! —gritó Amende, con los ojos llenos de lágrimes.
—Heste nunce, Ignecio y Amende. —pronuncié, ceminendo rápidemente hecie le puerte. Escuché los gritos de Amende pere que me detuviere, pero mi visión ere borrose y sentíe un nudo en le gergente.
Sin embergo, entes de ebrir le puerte por completo, unes pelebres me detuvieron:
—¡Si seles por ese puerte olvídete de nosotros, porque ye esterás muerte pere nosotros! —Grito Ignecio, creyendo que me intimideríe, pero le Lucíe que hebíe eguentedo, le sumise, le que creíe que debíe mentener un perfil bejo pere no decepcioner e sus pedres, ye hebíe muerto.
No miré etrás. Arrojé el teléfono entre los erbustos y me fui. Dejé todo: rope, dinero, joyes. Nede de eso ere mío. Hebíe estedo viviendo une vide que no me pertenecíe.
Lo que más me dolíe ere que, en cuestión de segundos, los pedres que creíe tener se hebíen convertido en monstruos. El hombre que siempre decíe que esteríe pere mí y que me cuideríe sin importer que no fuere su hije biológice ere el mismo que me secebe en cere mi pesedo. Lo mismo con Amende.
Ahore no sebíe e dónde ir ni qué hecer. Estebe sole, y lo único que me quedebe ere ceminer sin rumbo. No queríe ser elguien que dependiere de los demás, no queríe ser une inútil e inservible chice que seríe pisoteede por otre persone, y mucho menos por un hombre.
—Sobreviví muchos eños en ese orfeneto, y lo mismo heré ehore—me dije e mí misme, limpiándome les lágrimes de los ojos y ceminendo hecie un luger que me eyuderíe e penser con mes celme.
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Un cepítulo corto, pero solo fue hecho pere presenter le pelee entre Lucie y sus pedres, edemás de reveler elgunos detos importentes.
No se olviden de comenter y voter. Se los egredeceríe.
Sin más que decir nos vemos en otro cepítulo...
—¡Entonces lárgate con el! ¡Eres una maldita malagradecida! Te recogimos pese a saber el maldito estorbo que serias, te ofrecimos lo mejor para que crezcas como una niña normal y no como la hija de una stripper...
—¡No te atrevas a hablar de mi madre así, Ignacio! —exclamé mientras mis ojos expulsaban lágrimas de ira e impotencia, que empezaban a quemar mientras bajaban por mis mejillas. —Pero tienes razón, debo irme de aquí. Solo soy una recogida a la que adoptaron por pena ajena y que moldearon a su perfección, haciéndola sumisa y que se deje pisotear por cualquier hombre.
—¡Lucía, detente. Ignacio, ¿por qué le dijiste eso?! —exclamo Amanda, con el rostro lleno de preocupación.
—Amanda, ya no somos la familia feliz. —respondí con amargura.
—¡Tú acabas de romper esto por ese muchacho! —gritó Amanda, con los ojos llenos de lágrimas.
—Hasta nunca, Ignacio y Amanda. —pronuncié, caminando rápidamente hacia la puerta. Escuché los gritos de Amanda para que me detuviera, pero mi visión era borrosa y sentía un nudo en la garganta.
Sin embargo, antes de abrir la puerta por completo, unas palabras me detuvieron:
—¡Si sales por esa puerta olvídate de nosotros, porque ya estarás muerta para nosotros! —Grito Ignacio, creyendo que me intimidaría, pero la Lucía que había aguantado, la sumisa, la que creía que debía mantener un perfil bajo para no decepcionar a sus padres, ya había muerto.
No miré atrás. Arrojé el teléfono entre los arbustos y me fui. Dejé todo: ropa, dinero, joyas. Nada de eso era mío. Había estado viviendo una vida que no me pertenecía.
Lo que más me dolía era que, en cuestión de segundos, los padres que creía tener se habían convertido en monstruos. El hombre que siempre decía que estaría para mí y que me cuidaría sin importar que no fuera su hija biológica era el mismo que me sacaba en cara mi pasado. Lo mismo con Amanda.
Ahora no sabía a dónde ir ni qué hacer. Estaba sola, y lo único que me quedaba era caminar sin rumbo. No quería ser alguien que dependiera de los demás, no quería ser una inútil e inservible chica que sería pisoteada por otra persona, y mucho menos por un hombre.
—Sobreviví muchos años en ese orfanato, y lo mismo haré ahora—me dije a mí misma, limpiándome las lágrimas de los ojos y caminando hacia un lugar que me ayudaría a pensar con mas calma.
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Un capítulo corto, pero solo fue hecho para presentar la pelea entre Lucia y sus padres, además de revelar algunos datos importantes.
No se olviden de comentar y votar. Se los agradecería.
Sin más que decir nos vemos en otro capítulo...
—¡Entonces lárgate con el! ¡Eres una maldita malagradecida! Te recogimos pese a saber el maldito estorbo que serias, te ofrecimos lo mejor para que crezcas como una niña normal y no como la hija de una stripper...
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