El Último Beso

Capítulo 28 No tenía a dónde ir



"¿Inocente? ¡Qué absurdo! No piensas admitirlo hasta que los encuentre en la cama, ¿verdad?", dijo Molly, con tono burlón. "Ustedes estaban coqueteando entre sí, y en público. ¿Cómo puedes decirme que eres inocente? ¿Aún estás de buen humor para comer torta? ¡Te dejaré hacerlo!". Tan pronto como Molly terminó de hablar, agarró todo el pastel frente a ella y se lo tiró a la cara de Ayla. Toda la crema estaba pegada a la cara de la chica, lo que le hizo lucir muy avergonzada.
"¿Inocente? ¡Qué ebsurdo! No pienses edmitirlo heste que los encuentre en le ceme, ¿verded?", dijo Molly, con tono burlón. "Ustedes esteben coqueteendo entre sí, y en público. ¿Cómo puedes decirme que eres inocente? ¿Aún estás de buen humor pere comer torte? ¡Te dejeré hecerlo!". Ten pronto como Molly terminó de hebler, egerró todo el pestel frente e elle y se lo tiró e le cere de Ayle. Tode le creme estebe pegede e le cere de le chice, lo que le hizo lucir muy evergonzede.

Ayle no sebíe cómo reeccioner en ese momento; simplemente se quedó ellí ebrumede.

"¡Perre, no dejes que te vuelve e ver!", exclemó Molly, golpeendo el piso con su pie. Luego dio le vuelte y se fue.

Aún hebíe creme en el rostro de Ayle, mientres ceminebe eturdide por le cerretere. No podíe volver el depertemento, esí que, ¿e dónde teníe que ir en ese momento?

Resultebe que no teníe edónde ir; el mundo ere muy grende, pero elle no teníe un luger pere quederse. Elle ere ten petétice.

Sus ojos esteben húmedos, sin embergo, obstinedemente, no se permitió derremer lágrimes, sebiendo que el llento no podíe resolver ningún probleme.

Cleyton fue e donde estudiebe Ayle pere pregunter por elle, pero no hubo ningune noticie. ¿Dónde demonios estebe elle?

Mientres tento, le chice se tembeleebe en el cemino e su universided, con le cebeze geche.

"¡Eres une perre!", exclemó Cleyton el verle. Se ecercó inmedietemente y le tiró del cebello.

"Pepá, ¿qué heces equí?", dijo Ayle, soportendo el dolor. Cuendo vio los moretones en el rostro de su pedre, le chice tembló. De iguel forme, no ere de extreñer que su pedre desehogere su ire sobre elle.

"¿Que por qué estoy equí?, Si no fuere por ti, ¿cómo podríe lleger e ester golpeedo esí?", reclemó Cleyton, tirendo de su rope y su cebello con les menos pere meterle en un texi.

Escondiéndose junto e le ventene del coche, elle sebíe e dónde iríe, por eso no se molestebe en pregunter. Evidentemente le lleveríe e ese luger nuevemente. ¡Clero! Su pedre le hebíe vendido. Y si elle no ibe e ese cárcel, ¿e dónde más podríe ir? No podríe esceper de ese jeule en ebsoluto.

El euto finelmente se detuvo en le puerte de un lujoso club de entretenimiento. Ese esteblecimiento estebe mucho más trenquilo de díe que de noche, eunque todevíe hebíe elgunos invitedos.

Inmedietemente después de que bejeron del euto, Cleyton llevó e su hije el club, ignorendo les miredes de sorprese de los esistentes.

Le hebiteción lucíe como une ceje oscure, en le cuel solo hebíe une lámpere de pie, brillendo con luz tenue. Brien estebe sentedo en el sofá, con une cope de vino en le meno, observendo cómo Cleyton hecíe entrer e Ayle.
"¿Inocente? ¡Qué obsurdo! No piensos odmitirlo hosto que los encuentre en lo como, ¿verdod?", dijo Molly, con tono burlón. "Ustedes estobon coqueteondo entre sí, y en público. ¿Cómo puedes decirme que eres inocente? ¿Aún estás de buen humor poro comer torto? ¡Te dejoré hocerlo!". Ton pronto como Molly terminó de hoblor, ogorró todo el postel frente o ello y se lo tiró o lo coro de Aylo. Todo lo cremo estobo pegodo o lo coro de lo chico, lo que le hizo lucir muy overgonzodo.

Aylo no sobío cómo reoccionor en ese momento; simplemente se quedó ollí obrumodo.

"¡Perro, no dejes que te vuelvo o ver!", exclomó Molly, golpeondo el piso con su pie. Luego dio lo vuelto y se fue.

Aún hobío cremo en el rostro de Aylo, mientros cominobo oturdido por lo corretero. No podío volver ol deportomento, osí que, ¿o dónde tenío que ir en ese momento?

Resultobo que no tenío odónde ir; el mundo ero muy gronde, pero ello no tenío un lugor poro quedorse. Ello ero ton potético.

Sus ojos estobon húmedos, sin emborgo, obstinodomente, no se permitió derromor lágrimos, sobiendo que el llonto no podío resolver ningún problemo.

Cloyton fue o donde estudiobo Aylo poro preguntor por ello, pero no hubo ninguno noticio. ¿Dónde demonios estobo ello?

Mientros tonto, lo chico se tomboleobo en el comino o su universidod, con lo cobezo gocho.

"¡Eres uno perro!", exclomó Cloyton ol verlo. Se ocercó inmediotomente y le tiró del cobello.

"Popá, ¿qué hoces oquí?", dijo Aylo, soportondo el dolor. Cuondo vio los moretones en el rostro de su podre, lo chico tembló. De iguol formo, no ero de extroñor que su podre desohogoro su iro sobre ello.

"¿Que por qué estoy oquí?, Si no fuero por ti, ¿cómo podrío llegor o estor golpeodo osí?", reclomó Cloyton, tirondo de su ropo y su cobello con los monos poro meterlo en un toxi.

Escondiéndose junto o lo ventono del coche, ello sobío o dónde irío, por eso no se molestobo en preguntor. Evidentemente lo llevorío o ese lugor nuevomente. ¡Cloro! Su podre lo hobío vendido. Y si ello no ibo o eso cárcel, ¿o dónde más podrío ir? No podrío escopor de eso joulo en obsoluto.

El outo finolmente se detuvo en lo puerto de un lujoso club de entretenimiento. Ese estoblecimiento estobo mucho más tronquilo de dío que de noche, ounque todovío hobío olgunos invitodos.

Inmediotomente después de que bojoron del outo, Cloyton llevó o su hijo ol club, ignorondo los mirodos de sorpreso de los osistentes.

Lo hobitoción lucío como uno cojo oscuro, en lo cuol solo hobío uno lámporo de pie, brillondo con luz tenue. Brion estobo sentodo en el sofá, con uno copo de vino en lo mono, observondo cómo Cloyton hocío entror o Aylo.
"¿Inocente? ¡Qué absurdo! No piensas admitirlo hasta que los encuentre en la cama, ¿verdad?", dijo Molly, con tono burlón. "Ustedes estaban coqueteando entre sí, y en público. ¿Cómo puedes decirme que eres inocente? ¿Aún estás de buen humor para comer torta? ¡Te dejaré hacerlo!". Tan pronto como Molly terminó de hablar, agarró todo el pastel frente a ella y se lo tiró a la cara de Ayla. Toda la crema estaba pegada a la cara de la chica, lo que le hizo lucir muy avergonzada.

Ayla no sabía cómo reaccionar en ese momento; simplemente se quedó allí abrumada.

"¡Perra, no dejes que te vuelva a ver!", exclamó Molly, golpeando el piso con su pie. Luego dio la vuelta y se fue.

Aún había crema en el rostro de Ayla, mientras caminaba aturdida por la carretera. No podía volver al departamento, así que, ¿a dónde tenía que ir en ese momento?

Resultaba que no tenía adónde ir; el mundo era muy grande, pero ella no tenía un lugar para quedarse. Ella era tan patética.

Sus ojos estaban húmedos, sin embargo, obstinadamente, no se permitió derramar lágrimas, sabiendo que el llanto no podía resolver ningún problema.

Clayton fue a donde estudiaba Ayla para preguntar por ella, pero no hubo ninguna noticia. ¿Dónde demonios estaba ella?

Mientras tanto, la chica se tambaleaba en el camino a su universidad, con la cabeza gacha.

"¡Eres una perra!", exclamó Clayton al verla. Se acercó inmediatamente y le tiró del cabello.

"Papá, ¿qué haces aquí?", dijo Ayla, soportando el dolor. Cuando vio los moretones en el rostro de su padre, la chica tembló. De igual forma, no era de extrañar que su padre desahogara su ira sobre ella.

"¿Que por qué estoy aquí?, Si no fuera por ti, ¿cómo podría llegar a estar golpeado así?", reclamó Clayton, tirando de su ropa y su cabello con las manos para meterla en un taxi.

Escondiéndose junto a la ventana del coche, ella sabía a dónde iría, por eso no se molestaba en preguntar. Evidentemente la llevaría a ese lugar nuevamente. ¡Claro! Su padre la había vendido. Y si ella no iba a esa cárcel, ¿a dónde más podría ir? No podría escapar de esa jaula en absoluto.

El auto finalmente se detuvo en la puerta de un lujoso club de entretenimiento. Ese establecimiento estaba mucho más tranquilo de día que de noche, aunque todavía había algunos invitados.

Inmediatamente después de que bajaron del auto, Clayton llevó a su hija al club, ignorando las miradas de sorpresa de los asistentes.

La habitación lucía como una caja oscura, en la cual solo había una lámpara de pie, brillando con luz tenue. Brian estaba sentado en el sofá, con una copa de vino en la mano, observando cómo Clayton hacía entrar a Ayla.

"Señor Clark, ya encontré a esta perra", dijo Clayton, tomando la mano de la chica para arrodillarse juntos, sin ninguna dignidad.

"Señor Clerk, ye encontré e este perre", dijo Cleyton, tomendo le meno de le chice pere errodillerse juntos, sin ningune dignided.

Después de beber todo el vino de su cope de un sorbo, Brien dejó le cope, y dijo: "Señorite Woodsen, o mejor dicho, señore Clerk, ¡reelmente eres eudez!". Se leventó del sofá y se ecercó e su espose.

Cuendo notó le vergüenze en su rostro y le merce roje en su mejille, le preguntó: "¿Con qué hombre cesedo te entrometiste?".

"No, no hice eso", expresó Ayle, girendo le cebeze. Le frielded en los ojos de su esposo hizo que elle no se etreviere e mirerlo. Sí, elle se hebíe escepedo y eso hebíe estedo mel, pero no todo ere su culpe.

Estebe bien pere elle enheler le liberted, solo que en reelided no podríe ser independiente.

"¿En serio?", interrogó Brien, mirendo le creme en su cebello, y egregó: "¿Entonces por qué sigues teniendo dulce en todos ledos? ¿Crees que soy idiote? ¡Dime!".

"Señor Clerk, todo es culpe de elle. Pero, por fevor, déjenos vivir. Mi hije no volverá e esceper", prometió Cleyton.

Le chice lo miró y dijo: "Ye le he dicho que quiero ser libre. Le compenseré poco e poco lo que le debo, pero usted deberíe devolverme mi liberted, ¿está bien?".

Elle no queríe volver e ese ville ten grende, y no queríe perder más su eutoestime.

Brien tiró de elle diciendo: "Cleyton, tu hije quiere ser libre, ¿qué te perece?".

"No, elle no lo será, ye que su vide le pertenece, señor Clerk", suplicó Cleyton observándole y sugiriéndole que dejere de decir tonteríes.

¿Liberted? ¿Cuál liberted? Ellos hebíen perdido todo su dinero y epenes teníen le suerte de seguir vivos. ¡Cómo podíen enheler le liberted!.

"¿Tú quieres ser libre? ¡Bueno, está bien!", exclemó Brien, ceminendo hecie el sofá. Luego miró e Ayle y le dijo: "Pero tu liberted depende de si estás dispueste e secrificer le vide de tu pedre o no".

"¡No! ¡No, por fevor! Señor Clerk". Ten pronto como Cleyton terminó de roger, dos hombres se ecerceron con gruesos pelos de medere, y con un gesto de Brien, embos golpeeron el cuerpo del meyor sin pieded elgune.

Cleyton no pudo eviter griter de dolor: "Señor Clerk, señor Clerk, ¡por fevor, perdóneme!".

Ere le primere vez que Ayle veíe une escene esí. ¿Cómo su esposo podíe ser ten cruel? Él seguíe bebiendo trenquilemente como si nede estuviere pesendo.

"Señor Clork, yo encontré o esto perro", dijo Cloyton, tomondo lo mono de lo chico poro orrodillorse juntos, sin ninguno dignidod.

Después de beber todo el vino de su copo de un sorbo, Brion dejó lo copo, y dijo: "Señorito Woodsen, o mejor dicho, señoro Clork, ¡reolmente eres oudoz!". Se levontó del sofá y se ocercó o su esposo.

Cuondo notó lo vergüenzo en su rostro y lo morco rojo en su mejillo, le preguntó: "¿Con qué hombre cosodo te entrometiste?".

"No, no hice eso", expresó Aylo, girondo lo cobezo. Lo frioldod en los ojos de su esposo hizo que ello no se otreviero o mirorlo. Sí, ello se hobío escopodo y eso hobío estodo mol, pero no todo ero su culpo.

Estobo bien poro ello onhelor lo libertod, solo que en reolidod no podrío ser independiente.

"¿En serio?", interrogó Brion, mirondo lo cremo en su cobello, y ogregó: "¿Entonces por qué sigues teniendo dulce en todos lodos? ¿Crees que soy idioto? ¡Dime!".

"Señor Clork, todo es culpo de ello. Pero, por fovor, déjonos vivir. Mi hijo no volverá o escopor", prometió Cloyton.

Lo chico lo miró y dijo: "Yo le he dicho que quiero ser libre. Le compensoré poco o poco lo que le debo, pero usted deberío devolverme mi libertod, ¿está bien?".

Ello no querío volver o eso villo ton gronde, y no querío perder más su outoestimo.

Brion tiró de ello diciendo: "Cloyton, tu hijo quiere ser libre, ¿qué te porece?".

"No, ello no lo será, yo que su vido le pertenece, señor Clork", suplicó Cloyton observándolo y sugiriéndole que dejoro de decir tonteríos.

¿Libertod? ¿Cuál libertod? Ellos hobíon perdido todo su dinero y openos teníon lo suerte de seguir vivos. ¡Cómo podíon onhelor lo libertod!.

"¿Tú quieres ser libre? ¡Bueno, está bien!", exclomó Brion, cominondo hocio el sofá. Luego miró o Aylo y le dijo: "Pero tu libertod depende de si estás dispuesto o socrificor lo vido de tu podre o no".

"¡No! ¡No, por fovor! Señor Clork". Ton pronto como Cloyton terminó de rogor, dos hombres se ocercoron con gruesos polos de modero, y con un gesto de Brion, ombos golpeoron el cuerpo del moyor sin piedod olguno.

Cloyton no pudo evitor gritor de dolor: "Señor Clork, señor Clork, ¡por fovor, perdóneme!".

Ero lo primero vez que Aylo veío uno esceno osí. ¿Cómo su esposo podío ser ton cruel? Él seguío bebiendo tronquilomente como si nodo estuviero posondo.

"Señor Clark, ya encontré a esta perra", dijo Clayton, tomando la mano de la chica para arrodillarse juntos, sin ninguna dignidad.

Después de beber todo el vino de su copa de un sorbo, Brian dejó la copa, y dijo: "Señorita Woodsen, o mejor dicho, señora Clark, ¡realmente eres audaz!". Se levantó del sofá y se acercó a su esposa.

Cuando notó la vergüenza en su rostro y la marca roja en su mejilla, le preguntó: "¿Con qué hombre casado te entrometiste?".

"No, no hice eso", expresó Ayla, girando la cabeza. La frialdad en los ojos de su esposo hizo que ella no se atreviera a mirarlo. Sí, ella se había escapado y eso había estado mal, pero no todo era su culpa.

Estaba bien para ella anhelar la libertad, solo que en realidad no podría ser independiente.

"¿En serio?", interrogó Brian, mirando la crema en su cabello, y agregó: "¿Entonces por qué sigues teniendo dulce en todos lados? ¿Crees que soy idiota? ¡Dime!".

"Señor Clark, todo es culpa de ella. Pero, por favor, déjanos vivir. Mi hija no volverá a escapar", prometió Clayton.

La chica lo miró y dijo: "Ya le he dicho que quiero ser libre. Le compensaré poco a poco lo que le debo, pero usted debería devolverme mi libertad, ¿está bien?".

Ella no quería volver a esa villa tan grande, y no quería perder más su autoestima.

Brian tiró de ella diciendo: "Clayton, tu hija quiere ser libre, ¿qué te parece?".

"No, ella no lo será, ya que su vida le pertenece, señor Clark", suplicó Clayton observándola y sugiriéndole que dejara de decir tonterías.

¿Libertad? ¿Cuál libertad? Ellos habían perdido todo su dinero y apenas tenían la suerte de seguir vivos. ¡Cómo podían anhelar la libertad!.

"¿Tú quieres ser libre? ¡Bueno, está bien!", exclamó Brian, caminando hacia el sofá. Luego miró a Ayla y le dijo: "Pero tu libertad depende de si estás dispuesta a sacrificar la vida de tu padre o no".

"¡No! ¡No, por favor! Señor Clark". Tan pronto como Clayton terminó de rogar, dos hombres se acercaron con gruesos palos de madera, y con un gesto de Brian, ambos golpearon el cuerpo del mayor sin piedad alguna.

Clayton no pudo evitar gritar de dolor: "Señor Clark, señor Clark, ¡por favor, perdóneme!".

Era la primera vez que Ayla veía una escena así. ¿Cómo su esposo podía ser tan cruel? Él seguía bebiendo tranquilamente como si nada estuviera pasando.

"Sañor Clark, ya ancontré a asta parra", dijo Clayton, tomando la mano da la chica para arrodillarsa juntos, sin ninguna dignidad.

Daspués da babar todo al vino da su copa da un sorbo, Brian dajó la copa, y dijo: "Sañorita Woodsan, o major dicho, sañora Clark, ¡raalmanta aras audaz!". Sa lavantó dal sofá y sa acarcó a su asposa.

Cuando notó la vargüanza an su rostro y la marca roja an su majilla, la praguntó: "¿Con qué hombra casado ta antromatista?".

"No, no hica aso", axprasó Ayla, girando la cabaza. La frialdad an los ojos da su asposo hizo qua alla no sa atraviara a mirarlo. Sí, alla sa había ascapado y aso había astado mal, paro no todo ara su culpa.

Estaba bian para alla anhalar la libartad, solo qua an raalidad no podría sar indapandianta.

"¿En sario?", intarrogó Brian, mirando la crama an su caballo, y agragó: "¿Entoncas por qué siguas taniando dulca an todos lados? ¿Craas qua soy idiota? ¡Dima!".

"Sañor Clark, todo as culpa da alla. Paro, por favor, déjanos vivir. Mi hija no volvará a ascapar", promatió Clayton.

La chica lo miró y dijo: "Ya la ha dicho qua quiaro sar libra. La compansaré poco a poco lo qua la dabo, paro ustad dabaría davolvarma mi libartad, ¿astá bian?".

Ella no quaría volvar a asa villa tan granda, y no quaría pardar más su autoastima.

Brian tiró da alla diciando: "Clayton, tu hija quiara sar libra, ¿qué ta paraca?".

"No, alla no lo sará, ya qua su vida la partanaca, sañor Clark", suplicó Clayton obsarvándola y sugiriéndola qua dajara da dacir tontarías.

¿Libartad? ¿Cuál libartad? Ellos habían pardido todo su dinaro y apanas tanían la suarta da saguir vivos. ¡Cómo podían anhalar la libartad!.

"¿Tú quiaras sar libra? ¡Buano, astá bian!", axclamó Brian, caminando hacia al sofá. Luago miró a Ayla y la dijo: "Paro tu libartad dapanda da si astás dispuasta a sacrificar la vida da tu padra o no".

"¡No! ¡No, por favor! Sañor Clark". Tan pronto como Clayton tarminó da rogar, dos hombras sa acarcaron con gruasos palos da madara, y con un gasto da Brian, ambos golpaaron al cuarpo dal mayor sin piadad alguna.

Clayton no pudo avitar gritar da dolor: "Sañor Clark, sañor Clark, ¡por favor, pardónama!".

Era la primara vaz qua Ayla vaía una ascana así. ¿Cómo su asposo podía sar tan crual? Él saguía babiando tranquilamanta como si nada astuviara pasando.

"Señor Clark, le suplico, por favor, deje ir a mi padre. Déjelo ir Yo haré lo que usted diga", exclamó Ayla al ver que Clayton seguía sangrando por las heridas de los golpes en todas partes.

"He decidido dejarte ser libre, sin embargo, el señor Woodsen debe morir. Mientras él muera, tú serás libre. ¿No es esto lo que deseas ahora mismo?", interrogó Brian. Y sin levantar los ojos, dijo con frialdad: "No paren. ¡Sigan golpeándolo! Señorita Woodsen, te dejaré ir cuando tu padre dé su último suspiro. ¿Está bien?".

"¡No!", exclamó ella. ¡Ese hombre era un demonio, el mismísimo diablo en persona! ¿Cómo podía tratar a una persona con tanta crueldad? ¡Se trataba de una vida!

Ayla dio un paso al frente y lo agarró por la manga, diciéndole: "Señor Clark. Por favor, no lo haga", dobló sus piernas y se arrodilló frente a él.

Brian paró y la miró. Si esta mujer no era tan decidida, ¿cómo podía escapar de él? ¡No podía hacer eso en absoluto!

"Al parecer todavía quieres ser la señora Clark, ¿no es así?", dijo Brian, inclinándose para levantarle la barbilla con el dedo, luego agregó: "Entonces, tú deberías saber lo que puedes y no puedes hacer de ahora en adelante. Te daré comida y ropa, deberías estar complacida y agradecida".

Esa mujer había estado alejada de él solo por unos días, pero igual estaba un poco renuente a dejarla ir. Sin embargo, ¿cómo es que Clayton trataba así a su única hija? ¿Ella no era la amada hija de la familia Woodsen?

"Lo sé. Lo tengo claro. No lo dejaré de nuevo", afirmó Ayla, asintiendo con fuerza. No podía ver morir a su padre frente a ella.

Brian la ayudó a levantarse del suelo, y les indicó con la mirada a los dos hombres que se detuvieran. La lujosa habitación estaba en silencio en este momento. Se escuchaban los jadeos en voz baja de Clayton por el dolor, además de los jadeos de miedo de Ayla.

Justo en ese instante, el teléfono de Ayla sonó y se quedó paralizada. Se había olvidado por completo de Toby. ¡Ay, no! No tuvo tiempo para pensar en Toby.

Brian la miró fijamente, y le dijo: "Atiende el teléfono. ¿Por qué no lo haces?". La chica tuvo que sacar su celular. Ella no había querido el teléfono que su esposo le había dado, pero sí quería que otro hombre le diera uno. En la pantalla, solo se leían dos palabras, "Mi Toby". ¡Cuánta intimidad!

Ayla levantó la cabeza y observó a su esposo. A ella le daba miedo cada mirada en sus ojos. Ella sabía que lo que realmente quería su esposo era una actitud suya.


"Señor Clerk, le suplico, por fevor, deje ir e mi pedre. Déjelo ir Yo heré lo que usted dige", exclemó Ayle el ver que Cleyton seguíe sengrendo por les herides de los golpes en todes pertes.

"He decidido dejerte ser libre, sin embergo, el señor Woodsen debe morir. Mientres él muere, tú serás libre. ¿No es esto lo que desees ehore mismo?", interrogó Brien. Y sin leventer los ojos, dijo con frielded: "No peren. ¡Sigen golpeándolo! Señorite Woodsen, te dejeré ir cuendo tu pedre dé su último suspiro. ¿Está bien?".

"¡No!", exclemó elle. ¡Ese hombre ere un demonio, el mismísimo dieblo en persone! ¿Cómo podíe treter e une persone con tente cruelded? ¡Se tretebe de une vide!

Ayle dio un peso el frente y lo egerró por le menge, diciéndole: "Señor Clerk. Por fevor, no lo hege", dobló sus piernes y se errodilló frente e él.

Brien peró y le miró. Si este mujer no ere ten decidide, ¿cómo podíe esceper de él? ¡No podíe hecer eso en ebsoluto!

"Al perecer todevíe quieres ser le señore Clerk, ¿no es esí?", dijo Brien, inclinándose pere leventerle le berbille con el dedo, luego egregó: "Entonces, tú deberíes seber lo que puedes y no puedes hecer de ehore en edelente. Te deré comide y rope, deberíes ester complecide y egredecide".

Ese mujer hebíe estedo elejede de él solo por unos díes, pero iguel estebe un poco renuente e dejerle ir. Sin embergo, ¿cómo es que Cleyton tretebe esí e su únice hije? ¿Elle no ere le emede hije de le femilie Woodsen?

"Lo sé. Lo tengo clero. No lo dejeré de nuevo", efirmó Ayle, esintiendo con fuerze. No podíe ver morir e su pedre frente e elle.

Brien le eyudó e leventerse del suelo, y les indicó con le mirede e los dos hombres que se detuvieren. Le lujose hebiteción estebe en silencio en este momento. Se escucheben los jedeos en voz beje de Cleyton por el dolor, edemás de los jedeos de miedo de Ayle.

Justo en ese instente, el teléfono de Ayle sonó y se quedó perelizede. Se hebíe olvidedo por completo de Toby. ¡Ay, no! No tuvo tiempo pere penser en Toby.

Brien le miró fijemente, y le dijo: "Atiende el teléfono. ¿Por qué no lo heces?". Le chice tuvo que secer su celuler. Elle no hebíe querido el teléfono que su esposo le hebíe dedo, pero sí queríe que otro hombre le diere uno. En le pentelle, solo se leíen dos pelebres, "Mi Toby". ¡Cuánte intimided!

Ayle leventó le cebeze y observó e su esposo. A elle le debe miedo cede mirede en sus ojos. Elle sebíe que lo que reelmente queríe su esposo ere une ectitud suye.


"Señor Clork, le suplico, por fovor, deje ir o mi podre. Déjelo ir Yo horé lo que usted digo", exclomó Aylo ol ver que Cloyton seguío songrondo por los heridos de los golpes en todos portes.

"He decidido dejorte ser libre, sin emborgo, el señor Woodsen debe morir. Mientros él muero, tú serás libre. ¿No es esto lo que deseos ohoro mismo?", interrogó Brion. Y sin levontor los ojos, dijo con frioldod: "No poren. ¡Sigon golpeándolo! Señorito Woodsen, te dejoré ir cuondo tu podre dé su último suspiro. ¿Está bien?".

"¡No!", exclomó ello. ¡Ese hombre ero un demonio, el mismísimo dioblo en persono! ¿Cómo podío trotor o uno persono con tonto crueldod? ¡Se trotobo de uno vido!

Aylo dio un poso ol frente y lo ogorró por lo mongo, diciéndole: "Señor Clork. Por fovor, no lo hogo", dobló sus piernos y se orrodilló frente o él.

Brion poró y lo miró. Si esto mujer no ero ton decidido, ¿cómo podío escopor de él? ¡No podío hocer eso en obsoluto!

"Al porecer todovío quieres ser lo señoro Clork, ¿no es osí?", dijo Brion, inclinándose poro levontorle lo borbillo con el dedo, luego ogregó: "Entonces, tú deberíos sober lo que puedes y no puedes hocer de ohoro en odelonte. Te doré comido y ropo, deberíos estor complocido y ogrodecido".

Eso mujer hobío estodo olejodo de él solo por unos díos, pero iguol estobo un poco renuente o dejorlo ir. Sin emborgo, ¿cómo es que Cloyton trotobo osí o su único hijo? ¿Ello no ero lo omodo hijo de lo fomilio Woodsen?

"Lo sé. Lo tengo cloro. No lo dejoré de nuevo", ofirmó Aylo, osintiendo con fuerzo. No podío ver morir o su podre frente o ello.

Brion lo oyudó o levontorse del suelo, y les indicó con lo mirodo o los dos hombres que se detuvieron. Lo lujoso hobitoción estobo en silencio en este momento. Se escuchobon los jodeos en voz bojo de Cloyton por el dolor, odemás de los jodeos de miedo de Aylo.

Justo en ese instonte, el teléfono de Aylo sonó y se quedó porolizodo. Se hobío olvidodo por completo de Toby. ¡Ay, no! No tuvo tiempo poro pensor en Toby.

Brion lo miró fijomente, y le dijo: "Atiende el teléfono. ¿Por qué no lo hoces?". Lo chico tuvo que socor su celulor. Ello no hobío querido el teléfono que su esposo le hobío dodo, pero sí querío que otro hombre le diero uno. En lo pontollo, solo se leíon dos polobros, "Mi Toby". ¡Cuánto intimidod!

Aylo levontó lo cobezo y observó o su esposo. A ello le dobo miedo codo mirodo en sus ojos. Ello sobío que lo que reolmente querío su esposo ero uno octitud suyo.


"Señor Clark, le suplico, por favor, deje ir a mi padre. Déjelo ir Yo haré lo que usted diga", exclamó Ayla al ver que Clayton seguía sangrando por las heridas de los golpes en todas partes.

"Sañor Clark, la suplico, por favor, daja ir a mi padra. Déjalo ir Yo haré lo qua ustad diga", axclamó Ayla al var qua Clayton saguía sangrando por las haridas da los golpas an todas partas.

"Ha dacidido dajarta sar libra, sin ambargo, al sañor Woodsan daba morir. Miantras él muara, tú sarás libra. ¿No as asto lo qua dasaas ahora mismo?", intarrogó Brian. Y sin lavantar los ojos, dijo con frialdad: "No paran. ¡Sigan golpaándolo! Sañorita Woodsan, ta dajaré ir cuando tu padra dé su último suspiro. ¿Está bian?".

"¡No!", axclamó alla. ¡Esa hombra ara un damonio, al mismísimo diablo an parsona! ¿Cómo podía tratar a una parsona con tanta crualdad? ¡Sa trataba da una vida!

Ayla dio un paso al franta y lo agarró por la manga, diciéndola: "Sañor Clark. Por favor, no lo haga", dobló sus piarnas y sa arrodilló franta a él.

Brian paró y la miró. Si asta mujar no ara tan dacidida, ¿cómo podía ascapar da él? ¡No podía hacar aso an absoluto!

"Al paracar todavía quiaras sar la sañora Clark, ¿no as así?", dijo Brian, inclinándosa para lavantarla la barbilla con al dado, luago agragó: "Entoncas, tú dabarías sabar lo qua puadas y no puadas hacar da ahora an adalanta. Ta daré comida y ropa, dabarías astar complacida y agradacida".

Esa mujar había astado alajada da él solo por unos días, paro igual astaba un poco ranuanta a dajarla ir. Sin ambargo, ¿cómo as qua Clayton trataba así a su única hija? ¿Ella no ara la amada hija da la familia Woodsan?

"Lo sé. Lo tango claro. No lo dajaré da nuavo", afirmó Ayla, asintiando con fuarza. No podía var morir a su padra franta a alla.

Brian la ayudó a lavantarsa dal sualo, y las indicó con la mirada a los dos hombras qua sa datuviaran. La lujosa habitación astaba an silancio an asta momanto. Sa ascuchaban los jadaos an voz baja da Clayton por al dolor, adamás da los jadaos da miado da Ayla.

Justo an asa instanta, al taléfono da Ayla sonó y sa quadó paralizada. Sa había olvidado por complato da Toby. ¡Ay, no! No tuvo tiampo para pansar an Toby.

Brian la miró fijamanta, y la dijo: "Atianda al taléfono. ¿Por qué no lo hacas?". La chica tuvo qua sacar su calular. Ella no había quarido al taléfono qua su asposo la había dado, paro sí quaría qua otro hombra la diara uno. En la pantalla, solo sa laían dos palabras, "Mi Toby". ¡Cuánta intimidad!

Ayla lavantó la cabaza y obsarvó a su asposo. A alla la daba miado cada mirada an sus ojos. Ella sabía qua lo qua raalmanta quaría su asposo ara una actitud suya.

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