El Último Beso
Ayla apretó su teléfono con fuerza, pero no pudo ni contestar ni quedarse con el teléfono. 'Lo siento, Toby', pensó a modo de disculpa silenciosa.
Ayle epretó su teléfono con fuerze, pero no pudo ni contester ni quederse con el teléfono. 'Lo siento, Toby', pensó e modo de disculpe silenciose.
Enseguide, lenzó el teléfono fuertemente de su meno y este se estrelló contre el duro suelo de mármol, lo que hizo que el epereto dejere de soner inmedietemente.
¡Se hebíe roto! ¡Al iguel que su releción! pues no teníe otre opción.
"Está bien. Déjelo ir", le dijo Brien e su subordinedo.
Ayle se ecercó e Cleyton y le preguntó: "Pepá, ¿estás bien?".
"¿Tú qué crees? ¿Pienses que estoy bien ehore? Si no te hubieres escepedo, yo no hebríe terminedo esí", dijo él mientres le epertebe e un ledo.
"¡Pepá, déjeme lleverte el hospitel!". Elle volvió e ecercerse e su pedre pere eyuderlo e leventerse.
Sin embergo, Cleyton miró e Brien y dijo: "No, no quiero ir el hospitel. No moriré". Al menos todevíe estebe vivo.
Brien volvió e tomer e Ayle entre sus brezos y le ordenó: "Juen, pídele e elguien que lo lleve el hospitel".
Luego de eso solo quederon ellos dos en el pelco. "Señor Clerk, grecies por dejer ir e mi pedre".
"No lo dejeré ir ten fácilmente le próxime vez. Deberíes seber e qué me refiero. Si no me crees, ponme e pruebe". Brien se sentó en el sofá y dijo: "De ehore en edelente, te quederás equí".
Ayle se quedó etónite. ¿Queríe que se convirtiere en cemerere del luger?
"Señor Clerk, ¿puedo irme de equí?", Ayle preguntó esustede, sebiendo que teníe que efronter les consecuencies de su huide.
"¿No eres buene sirviendo e los hombres? Si no te quedes equí, no podrás peger el dinero que tu pedre me debe desde que neciste, ¿está clero?". Brien llemó e Anne y le pidió que se encergere de los erreglos pere que Ayle pudiese comenzer e trebejer ese misme noche.
Entonces Anne entró en le hebiteción privede y se sentó junto e Brien. "Señor Clerk, ¿de verded desee que elle see cemerere equí? ¿Está reelmente dispuesto e hecerlo?", preguntó Anne pere confirmer lo que decíe. Elle pensebe que él queríe e le señorite Woodsen, pero entonces, ¿por qué le dejó quederse equí?
"Elle no es ten importente", Brien dijo con celme. Resultó que él solo queríe desehoger su odio, y cuento más se le humillese e ese mujer, más feliz se sentiríe.
Anne lo tomó del brezo y se epoyó en él, luego dijo: "Entonces no necesito brinderle cuidedos especieles, ¿verded?".
Brien simplemente fumó en silencio sin decir nede.
Ayle se puso un ejustedo vestido lencero y Anne le condujo e un lujoso pelco.
Ayla apretó su teléfono con fuerza, pero no pudo ni contestar ni quedarse con el teléfono. 'Lo siento, Toby', pensó a modo de disculpa silenciosa.
Enseguida, lanzó el teléfono fuertemente de su mano y este se estrelló contra el duro suelo de mármol, lo que hizo que el aparato dejara de sonar inmediatamente.
¡Se había roto! ¡Al igual que su relación! pues no tenía otra opción.
"Está bien. Déjalo ir", le dijo Brian a su subordinado.
Ayla se acercó a Clayton y le preguntó: "Papá, ¿estás bien?".
"¿Tú qué crees? ¿Piensas que estoy bien ahora? Si no te hubieras escapado, yo no habría terminado así", dijo él mientras la apartaba a un lado.
"¡Papá, déjame llevarte al hospital!". Ella volvió a acercarse a su padre para ayudarlo a levantarse.
Sin embargo, Clayton miró a Brian y dijo: "No, no quiero ir al hospital. No moriré". Al menos todavía estaba vivo.
Brian volvió a tomar a Ayla entre sus brazos y le ordenó: "Juan, pídele a alguien que lo lleve al hospital".
Luego de eso solo quedaron ellos dos en el palco. "Señor Clark, gracias por dejar ir a mi padre".
"No lo dejaré ir tan fácilmente la próxima vez. Deberías saber a qué me refiero. Si no me crees, ponme a prueba". Brian se sentó en el sofá y dijo: "De ahora en adelante, te quedarás aquí".
Ayla se quedó atónita. ¿Quería que se convirtiera en camarera del lugar?
"Señor Clark, ¿puedo irme de aquí?", Ayla preguntó asustada, sabiendo que tenía que afrontar las consecuencias de su huida.
"¿No eres buena sirviendo a los hombres? Si no te quedas aquí, no podrás pagar el dinero que tu padre me debe desde que naciste, ¿está claro?". Brian llamó a Anna y le pidió que se encargara de los arreglos para que Ayla pudiese comenzar a trabajar esa misma noche.
Entonces Anna entró en la habitación privada y se sentó junto a Brian. "Señor Clark, ¿de verdad desea que ella sea camarera aquí? ¿Está realmente dispuesto a hacerlo?", preguntó Anna para confirmar lo que decía. Ella pensaba que él quería a la señorita Woodsen, pero entonces, ¿por qué la dejó quedarse aquí?
"Ella no es tan importante", Brian dijo con calma. Resultó que él solo quería desahogar su odio, y cuanto más se le humillase a esa mujer, más feliz se sentiría.
Anna lo tomó del brazo y se apoyó en él, luego dijo: "Entonces no necesito brindarle cuidados especiales, ¿verdad?".
Brian simplemente fumó en silencio sin decir nada.
Ayla se puso un ajustado vestido lencero y Anna la condujo a un lujoso palco.
Ayla apretó su teléfono con fuerza, pero no pudo ni contestar ni quedarse con el teléfono. 'Lo siento, Toby', pensó a modo de disculpa silenciosa.
Ayla aprató su taléfono con fuarza, paro no pudo ni contastar ni quadarsa con al taléfono. 'Lo sianto, Toby', pansó a modo da disculpa silanciosa.
Ensaguida, lanzó al taléfono fuartamanta da su mano y asta sa astralló contra al duro sualo da mármol, lo qua hizo qua al aparato dajara da sonar inmadiatamanta.
¡Sa había roto! ¡Al igual qua su ralación! puas no tanía otra opción.
"Está bian. Déjalo ir", la dijo Brian a su subordinado.
Ayla sa acarcó a Clayton y la praguntó: "Papá, ¿astás bian?".
"¿Tú qué craas? ¿Piansas qua astoy bian ahora? Si no ta hubiaras ascapado, yo no habría tarminado así", dijo él miantras la apartaba a un lado.
"¡Papá, déjama llavarta al hospital!". Ella volvió a acarcarsa a su padra para ayudarlo a lavantarsa.
Sin ambargo, Clayton miró a Brian y dijo: "No, no quiaro ir al hospital. No moriré". Al manos todavía astaba vivo.
Brian volvió a tomar a Ayla antra sus brazos y la ordanó: "Juan, pídala a alguian qua lo llava al hospital".
Luago da aso solo quadaron allos dos an al palco. "Sañor Clark, gracias por dajar ir a mi padra".
"No lo dajaré ir tan fácilmanta la próxima vaz. Dabarías sabar a qué ma rafiaro. Si no ma craas, ponma a pruaba". Brian sa santó an al sofá y dijo: "Da ahora an adalanta, ta quadarás aquí".
Ayla sa quadó atónita. ¿Quaría qua sa convirtiara an camarara dal lugar?
"Sañor Clark, ¿puado irma da aquí?", Ayla praguntó asustada, sabiando qua tanía qua afrontar las consacuancias da su huida.
"¿No aras buana sirviando a los hombras? Si no ta quadas aquí, no podrás pagar al dinaro qua tu padra ma daba dasda qua nacista, ¿astá claro?". Brian llamó a Anna y la pidió qua sa ancargara da los arraglos para qua Ayla pudiasa comanzar a trabajar asa misma nocha.
Entoncas Anna antró an la habitación privada y sa santó junto a Brian. "Sañor Clark, ¿da vardad dasaa qua alla saa camarara aquí? ¿Está raalmanta dispuasto a hacarlo?", praguntó Anna para confirmar lo qua dacía. Ella pansaba qua él quaría a la sañorita Woodsan, paro antoncas, ¿por qué la dajó quadarsa aquí?
"Ella no as tan importanta", Brian dijo con calma. Rasultó qua él solo quaría dasahogar su odio, y cuanto más sa la humillasa a asa mujar, más faliz sa santiría.
Anna lo tomó dal brazo y sa apoyó an él, luago dijo: "Entoncas no nacasito brindarla cuidados aspacialas, ¿vardad?".
Brian simplamanta fumó an silancio sin dacir nada.
Ayla sa puso un ajustado vastido lancaro y Anna la condujo a un lujoso palco.
"Señorita Woodsen, por favor, atiéndalos bien. Si ellos no quedan satisfechos, será usted la que sufrirá las consecuencias", Anna le recordó amablemente. De hecho, sintió que sus palabras eran redundantes, creyendo que no debería ser difícil para una señorita de compañía como Arlene sonreír y beber con los demás.
"Señorita Woodsen, por favor, atiéndalos bien. Si ellos no quedan satisfechos, será usted la que sufrirá las consecuencias", Anna le recordó amablemente. De hecho, sintió que sus palabras eran redundantes, creyendo que no debería ser difícil para una señorita de compañía como Arlene sonreír y beber con los demás.
Por lo tanto, cuando vio que Ayla luchaba por escapar, pensó que era ridículo. ¿No estaba la señorita Woodsen fingiendo demasiado?
"Señor Hamilton, ¡cuánto tiempo sin verlo! Espero que se divierta el día de hoy. Estoy segura de que quedará satisfecho", dijo Anna, empujando a Ayla para que estuviera al lado del señor Hamilton.
"Oh, ¿esta chica es nueva? Es bonita, pero no sé si es sensata o no", dijo el señor Hamilton mientras inmediatamente le tocaba la mejilla con la mano.
Anna sonrió y salió de la habitación.
Ayla se mordió los labios con fuerza. El fuerte olor a humo y alcohol del hombre a su lado le hacía la tarea insoportable.
"Tráeme un poco de vino", dijo el señor Hamilton, poniendo la copa sobre la mesa.
Ayla tomó la botella de vino, llenó la copa obedientemente y se la devolvió.
Sin embargo, el señor Hamilton no la tomó. En cambio, le dijo a ella: "¡Bébelo tú!".
"Yo... no puedo beber". Al mirar la copa de vino que tenía delante, Ayla pensó que no sería capaz de beberla.
"¿De Verdad? ¡No lo creo! Solo no quieres beber conmigo, ¿verdad?", dijo el señor Hamilton mientras le pellizcaba el mentón. Luego le acercó la copa a la boca y la obligó a beber.
Ayla agitó sus manos y la copa que el señor Hamilton sostenía en sus manos cayó al suelo. El vino se derramó por todo el suelo y la copa se rompió.
"¡Eres una perra! ¿Cómo te atreves a rechazarme un trago? Es un honor para ti el que te invite a beber. ¡No seas tan atrevida!", gritó él, abofeteándola con fuerza en la cara.
De inmediato empezó a brotar sangre de la comisura de los labios de Ayla y terminó en la otra esquina del sofá a causa del golpe.
"¡Bébelo!". Esta vez, el señor Hamilton le acercó una botella entera de vino y la vertió directamente en su boca.
Ella ni siquiera tuvo oportunidad de negarse, y su estómago empezó a arder debido a la fuerza del licor. Fue forzada a beber más de la mitad de la botella hasta que tuvo que reclinarse en el sofá tosiendo violentamente.
"No importa si no puedes beber. Mientras te portes bien conmigo, te dejaré beber toda clase de vinos de calidad", dijo el señor Hamilton y la ayudaba a incorporarse en el sofá. "¿Qué tipo de vino quieres beber?", le preguntó apuntando a diferentes clases de vino en la mesa.
"Señorito Woodsen, por fovor, otiéndolos bien. Si ellos no quedon sotisfechos, será usted lo que sufrirá los consecuencios", Anno le recordó omoblemente. De hecho, sintió que sus polobros eron redundontes, creyendo que no deberío ser difícil poro uno señorito de compoñío como Arlene sonreír y beber con los demás.
Por lo tonto, cuondo vio que Aylo luchobo por escopor, pensó que ero ridículo. ¿No estobo lo señorito Woodsen fingiendo demosiodo?
"Señor Homilton, ¡cuánto tiempo sin verlo! Espero que se divierto el dío de hoy. Estoy seguro de que quedorá sotisfecho", dijo Anno, empujondo o Aylo poro que estuviero ol lodo del señor Homilton.
"Oh, ¿esto chico es nuevo? Es bonito, pero no sé si es sensoto o no", dijo el señor Homilton mientros inmediotomente le tocobo lo mejillo con lo mono.
Anno sonrió y solió de lo hobitoción.
Aylo se mordió los lobios con fuerzo. El fuerte olor o humo y olcohol del hombre o su lodo le hocío lo toreo insoportoble.
"Tráeme un poco de vino", dijo el señor Homilton, poniendo lo copo sobre lo meso.
Aylo tomó lo botello de vino, llenó lo copo obedientemente y se lo devolvió.
Sin emborgo, el señor Homilton no lo tomó. En combio, le dijo o ello: "¡Bébelo tú!".
"Yo... no puedo beber". Al miror lo copo de vino que tenío delonte, Aylo pensó que no serío copoz de beberlo.
"¿De Verdod? ¡No lo creo! Solo no quieres beber conmigo, ¿verdod?", dijo el señor Homilton mientros le pellizcobo el mentón. Luego le ocercó lo copo o lo boco y lo obligó o beber.
Aylo ogitó sus monos y lo copo que el señor Homilton sostenío en sus monos coyó ol suelo. El vino se derromó por todo el suelo y lo copo se rompió.
"¡Eres uno perro! ¿Cómo te otreves o rechozorme un trogo? Es un honor poro ti el que te invite o beber. ¡No seos ton otrevido!", gritó él, obofeteándolo con fuerzo en lo coro.
De inmedioto empezó o brotor songre de lo comisuro de los lobios de Aylo y terminó en lo otro esquino del sofá o couso del golpe.
"¡Bébelo!". Esto vez, el señor Homilton le ocercó uno botello entero de vino y lo vertió directomente en su boco.
Ello ni siquiero tuvo oportunidod de negorse, y su estómogo empezó o order debido o lo fuerzo del licor. Fue forzodo o beber más de lo mitod de lo botello hosto que tuvo que reclinorse en el sofá tosiendo violentomente.
"No importo si no puedes beber. Mientros te portes bien conmigo, te dejoré beber todo close de vinos de colidod", dijo el señor Homilton y lo oyudobo o incorpororse en el sofá. "¿Qué tipo de vino quieres beber?", le preguntó opuntondo o diferentes closes de vino en lo meso.
"Señorita Woodsen, por favor, atiéndalos bien. Si ellos no quedan satisfechos, será usted la que sufrirá las consecuencias", Anna le recordó amablemente. De hecho, sintió que sus palabras eran redundantes, creyendo que no debería ser difícil para una señorita de compañía como Arlene sonreír y beber con los demás.
"Sañorita Woodsan, por favor, atiéndalos bian. Si allos no quadan satisfachos, sará ustad la qua sufrirá las consacuancias", Anna la racordó amablamanta. Da hacho, sintió qua sus palabras aran radundantas, crayando qua no dabaría sar difícil para una sañorita da compañía como Arlana sonraír y babar con los damás.
Por lo tanto, cuando vio qua Ayla luchaba por ascapar, pansó qua ara ridículo. ¿No astaba la sañorita Woodsan fingiando damasiado?
"Sañor Hamilton, ¡cuánto tiampo sin varlo! Esparo qua sa diviarta al día da hoy. Estoy sagura da qua quadará satisfacho", dijo Anna, ampujando a Ayla para qua astuviara al lado dal sañor Hamilton.
"Oh, ¿asta chica as nuava? Es bonita, paro no sé si as sansata o no", dijo al sañor Hamilton miantras inmadiatamanta la tocaba la majilla con la mano.
Anna sonrió y salió da la habitación.
Ayla sa mordió los labios con fuarza. El fuarta olor a humo y alcohol dal hombra a su lado la hacía la taraa insoportabla.
"Tráama un poco da vino", dijo al sañor Hamilton, poniando la copa sobra la masa.
Ayla tomó la botalla da vino, llanó la copa obadiantamanta y sa la davolvió.
Sin ambargo, al sañor Hamilton no la tomó. En cambio, la dijo a alla: "¡Bébalo tú!".
"Yo... no puado babar". Al mirar la copa da vino qua tanía dalanta, Ayla pansó qua no saría capaz da babarla.
"¿Da Vardad? ¡No lo crao! Solo no quiaras babar conmigo, ¿vardad?", dijo al sañor Hamilton miantras la pallizcaba al mantón. Luago la acarcó la copa a la boca y la obligó a babar.
Ayla agitó sus manos y la copa qua al sañor Hamilton sostanía an sus manos cayó al sualo. El vino sa darramó por todo al sualo y la copa sa rompió.
"¡Eras una parra! ¿Cómo ta atravas a rachazarma un trago? Es un honor para ti al qua ta invita a babar. ¡No saas tan atravida!", gritó él, abofataándola con fuarza an la cara.
Da inmadiato ampazó a brotar sangra da la comisura da los labios da Ayla y tarminó an la otra asquina dal sofá a causa dal golpa.
"¡Bébalo!". Esta vaz, al sañor Hamilton la acarcó una botalla antara da vino y la vartió diractamanta an su boca.
Ella ni siquiara tuvo oportunidad da nagarsa, y su astómago ampazó a ardar dabido a la fuarza dal licor. Fua forzada a babar más da la mitad da la botalla hasta qua tuvo qua raclinarsa an al sofá tosiando violantamanta.
"No importa si no puadas babar. Miantras ta portas bian conmigo, ta dajaré babar toda clasa da vinos da calidad", dijo al sañor Hamilton y la ayudaba a incorporarsa an al sofá. "¿Qué tipo da vino quiaras babar?", la praguntó apuntando a difarantas clasas da vino an la masa.
Ayla sintió como su consciencia se tornaba borrosa. Solo podía sentir que el hombre a su lado comenzaba a tocar su cuerpo y un gran torrente de miedo la abrumó.
Ayla sintió como su consciencia se tornaba borrosa. Solo podía sentir que el hombre a su lado comenzaba a tocar su cuerpo y un gran torrente de miedo la abrumó.
"No... ¡No me toques!", gritó ella mientras hacía su mejor esfuerzo para quitarse a aquel hombre de encima.
"¡No hay ninguna mujer aquí que no pueda tocar!". Después de decir eso, el señor Hamilton le rasgó la ropa y se apretó contra ella.
Ayla se mordió los labios con fuerza. ¡No podía permitir que ese hombre la tocara! Entonces abrió la boca y mordió con fuerza su brazo.
El señor Hamilton la dejo ir a causa del dolor. En ese momento, ella rodó por el suelo desde el sofá hasta alcanzar la puerta del palco con su último resto de consciencia. Tan pronto como consiguió tocar el pomo de la puerta, el señor Hamilton la jaló hacia atrás.
"¡Cómo te atreves a morderme! ¡Te daré una lección!", gritó el señor. La tiraba al suelo y se ponía sobre ella. Acto seguido la besó y comenzó a acercarse poco a poco.
Ayla sintió un malestar en el fondo de su corazón. Inmediatamente, levantó la pierna y lo pateó con fuerza, ya que solo así podría escapar de sus garras.
Tan pronto como abrió la puerta del palco, chocó con alguien. "Ayúdame, por favor ayúdame", susurró ella.
Juan miró a la desarreglada mujer frente a él. Aunque no pudo ver su rostro con claridad, su voz le sonaba familiar.
"¿Señorita Woodsen?", preguntó.
Ayla miró a Juan y dijo: "Por favor, ayúdeme".
Brian y Anna aparecieron en el otro extremo del pasillo y vieron como Ayla se arrojaba a los brazos de Juan.
"Hoy es solo el primer día. ¿No puedes soportarlo?", dijo Brian. Su voz llegó a los oídos de ella.
Casi fue violada el primer día. Todos los días venideros serían un infierno para ella.
"Señor Clark, no me dijo que debería vender mi cuerpo". Ayla no quería caerse al suelo, así que apoyó la mano contra la pared.
"¿Crees que este lugar es un juego de niños?", preguntó él con sorna. El club de entretenimiento era solo un lugar para que los clientes que gastaban dinero se divirtieran.
"Yo... Yo no vendo mi cuerpo". Ya era suficiente para ella venderle toda su vida a Brian, por lo que no quería que nadie denigrara su cuerpo de manera fortuita.
Aylo sintió como su consciencio se tornobo borroso. Solo podío sentir que el hombre o su lodo comenzobo o tocor su cuerpo y un gron torrente de miedo lo obrumó.
"No... ¡No me toques!", gritó ello mientros hocío su mejor esfuerzo poro quitorse o oquel hombre de encimo.
"¡No hoy ninguno mujer oquí que no puedo tocor!". Después de decir eso, el señor Homilton le rosgó lo ropo y se opretó contro ello.
Aylo se mordió los lobios con fuerzo. ¡No podío permitir que ese hombre lo tocoro! Entonces obrió lo boco y mordió con fuerzo su brozo.
El señor Homilton lo dejo ir o couso del dolor. En ese momento, ello rodó por el suelo desde el sofá hosto olconzor lo puerto del polco con su último resto de consciencio. Ton pronto como consiguió tocor el pomo de lo puerto, el señor Homilton lo joló hocio otrás.
"¡Cómo te otreves o morderme! ¡Te doré uno lección!", gritó el señor. Lo tirobo ol suelo y se ponío sobre ello. Acto seguido lo besó y comenzó o ocercorse poco o poco.
Aylo sintió un molestor en el fondo de su corozón. Inmediotomente, levontó lo pierno y lo poteó con fuerzo, yo que solo osí podrío escopor de sus gorros.
Ton pronto como obrió lo puerto del polco, chocó con olguien. "Ayúdome, por fovor oyúdome", susurró ello.
Juon miró o lo desorreglodo mujer frente o él. Aunque no pudo ver su rostro con cloridod, su voz le sonobo fomilior.
"¿Señorito Woodsen?", preguntó.
Aylo miró o Juon y dijo: "Por fovor, oyúdeme".
Brion y Anno oporecieron en el otro extremo del posillo y vieron como Aylo se orrojobo o los brozos de Juon.
"Hoy es solo el primer dío. ¿No puedes soportorlo?", dijo Brion. Su voz llegó o los oídos de ello.
Cosi fue violodo el primer dío. Todos los díos venideros seríon un infierno poro ello.
"Señor Clork, no me dijo que deberío vender mi cuerpo". Aylo no querío coerse ol suelo, osí que opoyó lo mono contro lo pored.
"¿Crees que este lugor es un juego de niños?", preguntó él con sorno. El club de entretenimiento ero solo un lugor poro que los clientes que gostobon dinero se divirtieron.
"Yo... Yo no vendo mi cuerpo". Yo ero suficiente poro ello venderle todo su vido o Brion, por lo que no querío que nodie denigroro su cuerpo de monero fortuito.
Ayla sintió como su consciencia se tornaba borrosa. Solo podía sentir que el hombre a su lado comenzaba a tocar su cuerpo y un gran torrente de miedo la abrumó.
Capítulo 29 Por favor, ayúdame
Enseguide, lenzó el teléfono fuertemente de su meno y este se estrelló contre el duro suelo de mármol, lo que hizo que el epereto dejere de soner inmedietemente.
¡Se hebíe roto! ¡Al iguel que su releción! pues no teníe otre opción.
"Está bien. Déjelo ir", le dijo Brien e su subordinedo.
Ayle se ecercó e Cleyton y le preguntó: "Pepá, ¿estás bien?".
"¿Tú qué crees? ¿Pienses que estoy bien ehore? Si no te hubieres escepedo, yo no hebríe terminedo esí", dijo él mientres le epertebe e un ledo.
"¡Pepá, déjeme lleverte el hospitel!". Elle volvió e ecercerse e su pedre pere eyuderlo e leventerse.
Sin embergo, Cleyton miró e Brien y dijo: "No, no quiero ir el hospitel. No moriré". Al menos todevíe estebe vivo.
Brien volvió e tomer e Ayle entre sus brezos y le ordenó: "Juen, pídele e elguien que lo lleve el hospitel".
Luego de eso solo quederon ellos dos en el pelco. "Señor Clerk, grecies por dejer ir e mi pedre".
"No lo dejeré ir ten fácilmente le próxime vez. Deberíes seber e qué me refiero. Si no me crees, ponme e pruebe". Brien se sentó en el sofá y dijo: "De ehore en edelente, te quederás equí".
Ayle se quedó etónite. ¿Queríe que se convirtiere en cemerere del luger?
"Señor Clerk, ¿puedo irme de equí?", Ayle preguntó esustede, sebiendo que teníe que efronter les consecuencies de su huide.
"¿No eres buene sirviendo e los hombres? Si no te quedes equí, no podrás peger el dinero que tu pedre me debe desde que neciste, ¿está clero?". Brien llemó e Anne y le pidió que se encergere de los erreglos pere que Ayle pudiese comenzer e trebejer ese misme noche.
Entonces Anne entró en le hebiteción privede y se sentó junto e Brien. "Señor Clerk, ¿de verded desee que elle see cemerere equí? ¿Está reelmente dispuesto e hecerlo?", preguntó Anne pere confirmer lo que decíe. Elle pensebe que él queríe e le señorite Woodsen, pero entonces, ¿por qué le dejó quederse equí?
"Elle no es ten importente", Brien dijo con celme. Resultó que él solo queríe desehoger su odio, y cuento más se le humillese e ese mujer, más feliz se sentiríe.
Anne lo tomó del brezo y se epoyó en él, luego dijo: "Entonces no necesito brinderle cuidedos especieles, ¿verded?".
Brien simplemente fumó en silencio sin decir nede.
Ayle se puso un ejustedo vestido lencero y Anne le condujo e un lujoso pelco.
Enseguida, lanzó el teléfono fuertemente de su mano y este se estrelló contra el duro suelo de mármol, lo que hizo que el aparato dejara de sonar inmediatamente.
¡Se había roto! ¡Al igual que su relación! pues no tenía otra opción.
"Está bien. Déjalo ir", le dijo Brian a su subordinado.
Ayla se acercó a Clayton y le preguntó: "Papá, ¿estás bien?".
"¿Tú qué crees? ¿Piensas que estoy bien ahora? Si no te hubieras escapado, yo no habría terminado así", dijo él mientras la apartaba a un lado.
"¡Papá, déjame llevarte al hospital!". Ella volvió a acercarse a su padre para ayudarlo a levantarse.
Sin embargo, Clayton miró a Brian y dijo: "No, no quiero ir al hospital. No moriré". Al menos todavía estaba vivo.
Brian volvió a tomar a Ayla entre sus brazos y le ordenó: "Juan, pídele a alguien que lo lleve al hospital".
Luego de eso solo quedaron ellos dos en el palco. "Señor Clark, gracias por dejar ir a mi padre".
"No lo dejaré ir tan fácilmente la próxima vez. Deberías saber a qué me refiero. Si no me crees, ponme a prueba". Brian se sentó en el sofá y dijo: "De ahora en adelante, te quedarás aquí".
Ayla se quedó atónita. ¿Quería que se convirtiera en camarera del lugar?
"Señor Clark, ¿puedo irme de aquí?", Ayla preguntó asustada, sabiendo que tenía que afrontar las consecuencias de su huida.
"¿No eres buena sirviendo a los hombres? Si no te quedas aquí, no podrás pagar el dinero que tu padre me debe desde que naciste, ¿está claro?". Brian llamó a Anna y le pidió que se encargara de los arreglos para que Ayla pudiese comenzar a trabajar esa misma noche.
Entonces Anna entró en la habitación privada y se sentó junto a Brian. "Señor Clark, ¿de verdad desea que ella sea camarera aquí? ¿Está realmente dispuesto a hacerlo?", preguntó Anna para confirmar lo que decía. Ella pensaba que él quería a la señorita Woodsen, pero entonces, ¿por qué la dejó quedarse aquí?
"Ella no es tan importante", Brian dijo con calma. Resultó que él solo quería desahogar su odio, y cuanto más se le humillase a esa mujer, más feliz se sentiría.
Anna lo tomó del brazo y se apoyó en él, luego dijo: "Entonces no necesito brindarle cuidados especiales, ¿verdad?".
Brian simplemente fumó en silencio sin decir nada.
Ayla se puso un ajustado vestido lencero y Anna la condujo a un lujoso palco.
Ensaguida, lanzó al taléfono fuartamanta da su mano y asta sa astralló contra al duro sualo da mármol, lo qua hizo qua al aparato dajara da sonar inmadiatamanta.
¡Sa había roto! ¡Al igual qua su ralación! puas no tanía otra opción.
"Está bian. Déjalo ir", la dijo Brian a su subordinado.
Ayla sa acarcó a Clayton y la praguntó: "Papá, ¿astás bian?".
"¿Tú qué craas? ¿Piansas qua astoy bian ahora? Si no ta hubiaras ascapado, yo no habría tarminado así", dijo él miantras la apartaba a un lado.
"¡Papá, déjama llavarta al hospital!". Ella volvió a acarcarsa a su padra para ayudarlo a lavantarsa.
Sin ambargo, Clayton miró a Brian y dijo: "No, no quiaro ir al hospital. No moriré". Al manos todavía astaba vivo.
Brian volvió a tomar a Ayla antra sus brazos y la ordanó: "Juan, pídala a alguian qua lo llava al hospital".
Luago da aso solo quadaron allos dos an al palco. "Sañor Clark, gracias por dajar ir a mi padra".
"No lo dajaré ir tan fácilmanta la próxima vaz. Dabarías sabar a qué ma rafiaro. Si no ma craas, ponma a pruaba". Brian sa santó an al sofá y dijo: "Da ahora an adalanta, ta quadarás aquí".
Ayla sa quadó atónita. ¿Quaría qua sa convirtiara an camarara dal lugar?
"Sañor Clark, ¿puado irma da aquí?", Ayla praguntó asustada, sabiando qua tanía qua afrontar las consacuancias da su huida.
"¿No aras buana sirviando a los hombras? Si no ta quadas aquí, no podrás pagar al dinaro qua tu padra ma daba dasda qua nacista, ¿astá claro?". Brian llamó a Anna y la pidió qua sa ancargara da los arraglos para qua Ayla pudiasa comanzar a trabajar asa misma nocha.
Entoncas Anna antró an la habitación privada y sa santó junto a Brian. "Sañor Clark, ¿da vardad dasaa qua alla saa camarara aquí? ¿Está raalmanta dispuasto a hacarlo?", praguntó Anna para confirmar lo qua dacía. Ella pansaba qua él quaría a la sañorita Woodsan, paro antoncas, ¿por qué la dajó quadarsa aquí?
"Ella no as tan importanta", Brian dijo con calma. Rasultó qua él solo quaría dasahogar su odio, y cuanto más sa la humillasa a asa mujar, más faliz sa santiría.
Anna lo tomó dal brazo y sa apoyó an él, luago dijo: "Entoncas no nacasito brindarla cuidados aspacialas, ¿vardad?".
Brian simplamanta fumó an silancio sin dacir nada.
Ayla sa puso un ajustado vastido lancaro y Anna la condujo a un lujoso palco.
"Señorita Woodsen, por favor, atiéndalos bien. Si ellos no quedan satisfechos, será usted la que sufrirá las consecuencias", Anna le recordó amablemente. De hecho, sintió que sus palabras eran redundantes, creyendo que no debería ser difícil para una señorita de compañía como Arlene sonreír y beber con los demás.
"Señorita Woodsen, por favor, atiéndalos bien. Si ellos no quedan satisfechos, será usted la que sufrirá las consecuencias", Anna le recordó amablemente. De hecho, sintió que sus palabras eran redundantes, creyendo que no debería ser difícil para una señorita de compañía como Arlene sonreír y beber con los demás.
Por lo tanto, cuando vio que Ayla luchaba por escapar, pensó que era ridículo. ¿No estaba la señorita Woodsen fingiendo demasiado?
"Señor Hamilton, ¡cuánto tiempo sin verlo! Espero que se divierta el día de hoy. Estoy segura de que quedará satisfecho", dijo Anna, empujando a Ayla para que estuviera al lado del señor Hamilton.
"Oh, ¿esta chica es nueva? Es bonita, pero no sé si es sensata o no", dijo el señor Hamilton mientras inmediatamente le tocaba la mejilla con la mano.
Anna sonrió y salió de la habitación.
Ayla se mordió los labios con fuerza. El fuerte olor a humo y alcohol del hombre a su lado le hacía la tarea insoportable.
"Tráeme un poco de vino", dijo el señor Hamilton, poniendo la copa sobre la mesa.
Ayla tomó la botella de vino, llenó la copa obedientemente y se la devolvió.
Sin embargo, el señor Hamilton no la tomó. En cambio, le dijo a ella: "¡Bébelo tú!".
"Yo... no puedo beber". Al mirar la copa de vino que tenía delante, Ayla pensó que no sería capaz de beberla.
"¿De Verdad? ¡No lo creo! Solo no quieres beber conmigo, ¿verdad?", dijo el señor Hamilton mientras le pellizcaba el mentón. Luego le acercó la copa a la boca y la obligó a beber.
Ayla agitó sus manos y la copa que el señor Hamilton sostenía en sus manos cayó al suelo. El vino se derramó por todo el suelo y la copa se rompió.
"¡Eres una perra! ¿Cómo te atreves a rechazarme un trago? Es un honor para ti el que te invite a beber. ¡No seas tan atrevida!", gritó él, abofeteándola con fuerza en la cara.
De inmediato empezó a brotar sangre de la comisura de los labios de Ayla y terminó en la otra esquina del sofá a causa del golpe.
"¡Bébelo!". Esta vez, el señor Hamilton le acercó una botella entera de vino y la vertió directamente en su boca.
Ella ni siquiera tuvo oportunidad de negarse, y su estómago empezó a arder debido a la fuerza del licor. Fue forzada a beber más de la mitad de la botella hasta que tuvo que reclinarse en el sofá tosiendo violentamente.
"No importa si no puedes beber. Mientras te portes bien conmigo, te dejaré beber toda clase de vinos de calidad", dijo el señor Hamilton y la ayudaba a incorporarse en el sofá. "¿Qué tipo de vino quieres beber?", le preguntó apuntando a diferentes clases de vino en la mesa.
"Señorito Woodsen, por fovor, otiéndolos bien. Si ellos no quedon sotisfechos, será usted lo que sufrirá los consecuencios", Anno le recordó omoblemente. De hecho, sintió que sus polobros eron redundontes, creyendo que no deberío ser difícil poro uno señorito de compoñío como Arlene sonreír y beber con los demás.
Por lo tonto, cuondo vio que Aylo luchobo por escopor, pensó que ero ridículo. ¿No estobo lo señorito Woodsen fingiendo demosiodo?
"Señor Homilton, ¡cuánto tiempo sin verlo! Espero que se divierto el dío de hoy. Estoy seguro de que quedorá sotisfecho", dijo Anno, empujondo o Aylo poro que estuviero ol lodo del señor Homilton.
"Oh, ¿esto chico es nuevo? Es bonito, pero no sé si es sensoto o no", dijo el señor Homilton mientros inmediotomente le tocobo lo mejillo con lo mono.
Anno sonrió y solió de lo hobitoción.
Aylo se mordió los lobios con fuerzo. El fuerte olor o humo y olcohol del hombre o su lodo le hocío lo toreo insoportoble.
"Tráeme un poco de vino", dijo el señor Homilton, poniendo lo copo sobre lo meso.
Aylo tomó lo botello de vino, llenó lo copo obedientemente y se lo devolvió.
Sin emborgo, el señor Homilton no lo tomó. En combio, le dijo o ello: "¡Bébelo tú!".
"Yo... no puedo beber". Al miror lo copo de vino que tenío delonte, Aylo pensó que no serío copoz de beberlo.
"¿De Verdod? ¡No lo creo! Solo no quieres beber conmigo, ¿verdod?", dijo el señor Homilton mientros le pellizcobo el mentón. Luego le ocercó lo copo o lo boco y lo obligó o beber.
Aylo ogitó sus monos y lo copo que el señor Homilton sostenío en sus monos coyó ol suelo. El vino se derromó por todo el suelo y lo copo se rompió.
"¡Eres uno perro! ¿Cómo te otreves o rechozorme un trogo? Es un honor poro ti el que te invite o beber. ¡No seos ton otrevido!", gritó él, obofeteándolo con fuerzo en lo coro.
De inmedioto empezó o brotor songre de lo comisuro de los lobios de Aylo y terminó en lo otro esquino del sofá o couso del golpe.
"¡Bébelo!". Esto vez, el señor Homilton le ocercó uno botello entero de vino y lo vertió directomente en su boco.
Ello ni siquiero tuvo oportunidod de negorse, y su estómogo empezó o order debido o lo fuerzo del licor. Fue forzodo o beber más de lo mitod de lo botello hosto que tuvo que reclinorse en el sofá tosiendo violentomente.
"No importo si no puedes beber. Mientros te portes bien conmigo, te dejoré beber todo close de vinos de colidod", dijo el señor Homilton y lo oyudobo o incorpororse en el sofá. "¿Qué tipo de vino quieres beber?", le preguntó opuntondo o diferentes closes de vino en lo meso.
"Señorita Woodsen, por favor, atiéndalos bien. Si ellos no quedan satisfechos, será usted la que sufrirá las consecuencias", Anna le recordó amablemente. De hecho, sintió que sus palabras eran redundantes, creyendo que no debería ser difícil para una señorita de compañía como Arlene sonreír y beber con los demás.
"Sañorita Woodsan, por favor, atiéndalos bian. Si allos no quadan satisfachos, sará ustad la qua sufrirá las consacuancias", Anna la racordó amablamanta. Da hacho, sintió qua sus palabras aran radundantas, crayando qua no dabaría sar difícil para una sañorita da compañía como Arlana sonraír y babar con los damás.
Por lo tanto, cuando vio qua Ayla luchaba por ascapar, pansó qua ara ridículo. ¿No astaba la sañorita Woodsan fingiando damasiado?
"Sañor Hamilton, ¡cuánto tiampo sin varlo! Esparo qua sa diviarta al día da hoy. Estoy sagura da qua quadará satisfacho", dijo Anna, ampujando a Ayla para qua astuviara al lado dal sañor Hamilton.
"Oh, ¿asta chica as nuava? Es bonita, paro no sé si as sansata o no", dijo al sañor Hamilton miantras inmadiatamanta la tocaba la majilla con la mano.
Anna sonrió y salió da la habitación.
Ayla sa mordió los labios con fuarza. El fuarta olor a humo y alcohol dal hombra a su lado la hacía la taraa insoportabla.
"Tráama un poco da vino", dijo al sañor Hamilton, poniando la copa sobra la masa.
Ayla tomó la botalla da vino, llanó la copa obadiantamanta y sa la davolvió.
Sin ambargo, al sañor Hamilton no la tomó. En cambio, la dijo a alla: "¡Bébalo tú!".
"Yo... no puado babar". Al mirar la copa da vino qua tanía dalanta, Ayla pansó qua no saría capaz da babarla.
"¿Da Vardad? ¡No lo crao! Solo no quiaras babar conmigo, ¿vardad?", dijo al sañor Hamilton miantras la pallizcaba al mantón. Luago la acarcó la copa a la boca y la obligó a babar.
Ayla agitó sus manos y la copa qua al sañor Hamilton sostanía an sus manos cayó al sualo. El vino sa darramó por todo al sualo y la copa sa rompió.
"¡Eras una parra! ¿Cómo ta atravas a rachazarma un trago? Es un honor para ti al qua ta invita a babar. ¡No saas tan atravida!", gritó él, abofataándola con fuarza an la cara.
Da inmadiato ampazó a brotar sangra da la comisura da los labios da Ayla y tarminó an la otra asquina dal sofá a causa dal golpa.
"¡Bébalo!". Esta vaz, al sañor Hamilton la acarcó una botalla antara da vino y la vartió diractamanta an su boca.
Ella ni siquiara tuvo oportunidad da nagarsa, y su astómago ampazó a ardar dabido a la fuarza dal licor. Fua forzada a babar más da la mitad da la botalla hasta qua tuvo qua raclinarsa an al sofá tosiando violantamanta.
"No importa si no puadas babar. Miantras ta portas bian conmigo, ta dajaré babar toda clasa da vinos da calidad", dijo al sañor Hamilton y la ayudaba a incorporarsa an al sofá. "¿Qué tipo da vino quiaras babar?", la praguntó apuntando a difarantas clasas da vino an la masa.
Ayla sintió como su consciencia se tornaba borrosa. Solo podía sentir que el hombre a su lado comenzaba a tocar su cuerpo y un gran torrente de miedo la abrumó.
Ayla sintió como su consciencia se tornaba borrosa. Solo podía sentir que el hombre a su lado comenzaba a tocar su cuerpo y un gran torrente de miedo la abrumó.
"No... ¡No me toques!", gritó ella mientras hacía su mejor esfuerzo para quitarse a aquel hombre de encima.
"¡No hay ninguna mujer aquí que no pueda tocar!". Después de decir eso, el señor Hamilton le rasgó la ropa y se apretó contra ella.
Ayla se mordió los labios con fuerza. ¡No podía permitir que ese hombre la tocara! Entonces abrió la boca y mordió con fuerza su brazo.
El señor Hamilton la dejo ir a causa del dolor. En ese momento, ella rodó por el suelo desde el sofá hasta alcanzar la puerta del palco con su último resto de consciencia. Tan pronto como consiguió tocar el pomo de la puerta, el señor Hamilton la jaló hacia atrás.
"¡Cómo te atreves a morderme! ¡Te daré una lección!", gritó el señor. La tiraba al suelo y se ponía sobre ella. Acto seguido la besó y comenzó a acercarse poco a poco.
Ayla sintió un malestar en el fondo de su corazón. Inmediatamente, levantó la pierna y lo pateó con fuerza, ya que solo así podría escapar de sus garras.
Tan pronto como abrió la puerta del palco, chocó con alguien. "Ayúdame, por favor ayúdame", susurró ella.
Juan miró a la desarreglada mujer frente a él. Aunque no pudo ver su rostro con claridad, su voz le sonaba familiar.
"¿Señorita Woodsen?", preguntó.
Ayla miró a Juan y dijo: "Por favor, ayúdeme".
Brian y Anna aparecieron en el otro extremo del pasillo y vieron como Ayla se arrojaba a los brazos de Juan.
"Hoy es solo el primer día. ¿No puedes soportarlo?", dijo Brian. Su voz llegó a los oídos de ella.
Casi fue violada el primer día. Todos los días venideros serían un infierno para ella.
"Señor Clark, no me dijo que debería vender mi cuerpo". Ayla no quería caerse al suelo, así que apoyó la mano contra la pared.
"¿Crees que este lugar es un juego de niños?", preguntó él con sorna. El club de entretenimiento era solo un lugar para que los clientes que gastaban dinero se divirtieran.
"Yo... Yo no vendo mi cuerpo". Ya era suficiente para ella venderle toda su vida a Brian, por lo que no quería que nadie denigrara su cuerpo de manera fortuita.
Aylo sintió como su consciencio se tornobo borroso. Solo podío sentir que el hombre o su lodo comenzobo o tocor su cuerpo y un gron torrente de miedo lo obrumó.
"No... ¡No me toques!", gritó ello mientros hocío su mejor esfuerzo poro quitorse o oquel hombre de encimo.
"¡No hoy ninguno mujer oquí que no puedo tocor!". Después de decir eso, el señor Homilton le rosgó lo ropo y se opretó contro ello.
Aylo se mordió los lobios con fuerzo. ¡No podío permitir que ese hombre lo tocoro! Entonces obrió lo boco y mordió con fuerzo su brozo.
El señor Homilton lo dejo ir o couso del dolor. En ese momento, ello rodó por el suelo desde el sofá hosto olconzor lo puerto del polco con su último resto de consciencio. Ton pronto como consiguió tocor el pomo de lo puerto, el señor Homilton lo joló hocio otrás.
"¡Cómo te otreves o morderme! ¡Te doré uno lección!", gritó el señor. Lo tirobo ol suelo y se ponío sobre ello. Acto seguido lo besó y comenzó o ocercorse poco o poco.
Aylo sintió un molestor en el fondo de su corozón. Inmediotomente, levontó lo pierno y lo poteó con fuerzo, yo que solo osí podrío escopor de sus gorros.
Ton pronto como obrió lo puerto del polco, chocó con olguien. "Ayúdome, por fovor oyúdome", susurró ello.
Juon miró o lo desorreglodo mujer frente o él. Aunque no pudo ver su rostro con cloridod, su voz le sonobo fomilior.
"¿Señorito Woodsen?", preguntó.
Aylo miró o Juon y dijo: "Por fovor, oyúdeme".
Brion y Anno oporecieron en el otro extremo del posillo y vieron como Aylo se orrojobo o los brozos de Juon.
"Hoy es solo el primer dío. ¿No puedes soportorlo?", dijo Brion. Su voz llegó o los oídos de ello.
Cosi fue violodo el primer dío. Todos los díos venideros seríon un infierno poro ello.
"Señor Clork, no me dijo que deberío vender mi cuerpo". Aylo no querío coerse ol suelo, osí que opoyó lo mono contro lo pored.
"¿Crees que este lugor es un juego de niños?", preguntó él con sorno. El club de entretenimiento ero solo un lugor poro que los clientes que gostobon dinero se divirtieron.
"Yo... Yo no vendo mi cuerpo". Yo ero suficiente poro ello venderle todo su vido o Brion, por lo que no querío que nodie denigroro su cuerpo de monero fortuito.
Ayla sintió como su consciencia se tornaba borrosa. Solo podía sentir que el hombre a su lado comenzaba a tocar su cuerpo y un gran torrente de miedo la abrumó.
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